Nunca caminarás solo. O al menos eso pensamos. Nuestra sombra nos acompaña, aunque no siempre. Depende de cómo se posiciona el Sol. Y eso demuestra que a veces sí y a veces no. Que a veces no depende de las personas el mantenerse a tu lado, sino de algún factor externo que se interponga en ello. A veces nos vemos solos ante la adversidad y ante los problemas que se nos plantean y otras veces estamos rodeados de los nuestros para hacer aún más llevadero el camino. Que también debemos tener cuidado con las personas que nos rodean, porque algunas solo mirarán por sus intereses. Y estas se unirán a ti cuando el viento sople a tu favor. Está demostrado, nadie regala nada. Salvo el tiempo, que es el amigo más fiel del hombre. Ese que cuando pasa, termina por darte la razón, ese que termina poniendo las cosas en su sitio, ese que a veces tiene alas y echa a volar y te lleva a ti tras de él. ‘El tiempo me dará la razón’ y nunca mejor dicho. Los años no perdonan, quién perdona eres tú después de todos los años vividos. Porque nadie es perfecto y todos nos equivocamos. Que hemos cometido muchos errores a lo largo del camino, pero el aprendizaje está en el error. El acierto ya lo conocemos. Lo difícil es echar del camino todas esas piedras que una vez tras otra nos hacen tropezar. Pero mientras vamos caminando nos olvidamos de lo que nos ha hecho sufrir cada caída, porque no queremos volver la vista atrás. Queremos autoconvencernos de que aquella vez ocurrió por azar. Y hoy ya es presente y hemos pasado página. Que como siempre, nuestra cabeza le está jugando un tú a tú al corazón intentando vencer a los fantasmas del pasado, pero los sentimientos pueden mucho más que nuestra intención de querer sobrellevarlos. Pero el problema no lo tienen ellos, el problema a fin de cuentas lo tenemos nosotros por no saber valorarnos.
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