ntan escapar de tantos insensatos y somos nosotros los que ahora nos comportamos como ellos. Secuestros de libertad propia que incumplen los derechos, la supervivencia subiendo el precio y cada vez está más cara. Y no hay quién sobreviva agarrándose a un resquicio de esperanza. Los ricos cada vez quieren tener más. Ya escuché alguna que otra vez eso de 'el dinero llama al dinero' y qué razón tiene; mientras que los pobres siguen siendo pobres, sin tener ninguna oportunidad para que esto cambie, diferentes formas de ver la actualidad enfrentadas en paredones, bombas que rompen familias y no dan solución a ningún conflicto. Pero seguimos en guerra. En guerra con nosotros mismos por ser tan crueles. Estamos debilitando ese lugar en el que somos felices, ese lugar que nos deja ser, estar y padecer; la Tierra. ¿A dónde vamos a llegar? Todos nos preguntamos cuál es el fin de todo esto que lleva años batallándose en silencio, comiéndose la vida de personas inocentes mientras traspasa los límites de la ética. A ver quién puede más que nadie. A ver quién impone sus ideales y creencias aunque para ello los ríos se tiñan de sangre. Qué más da un ser más o un ser menos ¿no? Nos estamos viendo devaluados por parte de todos, y no por nada, sino porque los primeros que no nos valoramos somos nosotros mismos. La respuesta a un problema no se encuentra en el ojo por ojo, diente por diente, porque así lo único que conseguimos es estar ciegos ante esta realidad. Y he aquí el principal problema de todos. Es tan fácil como aplicar una palabra de siete letras: respeto. Hacia otras personas, culturas, religiones, doctrinas pero sobre todo hacia tu persona. Para que te respeten, primero hay que respetar. A veces queremos que nos respeten, sin hacer nosotros lo mismo. Y así es difícil avanzar. No tenemos que creernos superior a nadie, porque todos somos lo mismo, un grupo de personas en busca de sus sueños.
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