Notas de un lector

Una suma de saberes

José María Aguilar ha ido vertebrando un quehacer pausado y riguroso que le ha dado pie a realizar distintos ensayos propios de su campo científico

Al hilo de un estío caluroso y límpido, Madrid sigue latiendo entre su cielo irrepetible y sus calles vibrantes. Esta ciudad única, pareciese en cada amanecer volverse fábula de poetas, y de nuevo, el príncipe Ocno Bianor quisiera resucitar del olvido aquella urbe griega que hizo llamar Mantua para honrar a su madre. Después sería Mantua Carpetananorum -para diferenciarla de la italiana- y también Viseria, Ursaria u Orsaria, por la abundancia de osos en estos territorios para más tarde hacerse arábiga y Magerit, “madre del saber”, “lugar de aires y vientos saludables”.

“A la luz que tus aires aposenta/ Cervantes le dio voz, Velázquez brío/ Quevedo sombras, Calderón afrenta/ rodeando las llamas su vacío./ Y Goya con sutil mano violenta/ máscara de garboso señorío”, dejó dicho José Bergamín. En este siglo veintiuno, Madrid nos sigue llenando con su misterio, sus dones y sus sueños.
Y también con sus realidades, como la que llegó días atrás a mis manos: “Desde la Cibeles. -Un capítulo de mis memorias-“, un atractivo volumen de José María Aguilar (Madrid, 1955), quien con ágil pluma nos invita a recorrer íntimas acordanzas y variados saberes.

Publicado con su habitual esmero por Ediciones Isadora, el propio Aguilar recoge en su palabra previa alguna de las motivaciones que le han llevado a dar a la luz esta summade ilustrativos y personales estudios. La devoción familiar por la lectura y, por ende, por la cultura, fueron determinantes a la hora de ir formando su espíritu: “Desde niño siempre me gustó escuchar los recuerdosde los demás. Mediante la experiencia ajena se ensancha el propio horizonte vital y se multiplican sus perspectivas (…) Buceando en las revueltas aguas de la memoria, descubro que ya desde la adolescencia emergen las dos principales vocaciones que después se han ido desplegando a lo largo de toda mi vida: la medicina y la literatura”.

Y, en efecto, junto a su excelente labor como oftalmólogo, José María Aguilar ha ido vertebrando un quehacer pausado y riguroso que le ha dado pie a realizar distintos ensayos propios de su campo científico, así como trabajos y conferencias sobre filosofía, política, religión, además de su citada devoción por las letras.

En este libro, se recogen algunos de ellos, tres de los cuales, son a juicio del propio escritor madrileño muy significativos:
“De zarandajas y otros chiscarrillos”, discurso con el que ingresó en la Asociación de Médicos Escritores y Artistas; “El Conde las Navas y Sevilla”, disertación pronunciado en la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla con motivo de su elección como académico de la misma y “El Madrid de mis antepasados”, donde Aguilar sintetiza dos de sus pasiones investigadoras, la historia de su predecesores y la historia de su ciudad natal.

    Se reúnen, a su vez, otras cuatro piezas cuya temática de fondo es la Lucena cordobesa -con cuyo lugar guarda estrechos lazos familiares-, además de las tituladas “El humor en don Juan Valera” y el “Pregón de la Hermandad tradicional de la Virgen de los Dolores de Vélez Rubio”.

     El ilustre Conde las Navas, Bibliotecario Mayor del rey Alfonso XIII, miembro de número de la Real Academia Española y bisabuelo de Aguilar, dejó inconcluso su proyecto de editar un volumen titulado “Memorias desde las Cibeles”.
Ahora, atendiendo a aquel antiguo deseo, su biznieto ha querido regalar al público lector esta estupenda compilación histórica y literaria, que hace inventario, además, del estímulo creador que proporciona y propicia esta capital de lumbres y de asombros.

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