Notas de un lector

Feria de versos

Un destacado trío lírico: José Saborit, Jacob Lorenzo y José Ramón Otero

Se inaugura en Madrid, la 71 edición de la Feria del Libro. De tantas y tan diversas propuestas, me permito elegir un atractivo trío lírico.

Catedrático en la Facultad de Bellas Artes de Valencia, José Saborit alterna su labor pictórica con la literaria. En su reciente poemario, “La eternidad y un día” (Pre-Textos. Valencia, 2012), asoma la voz de un poeta de palabra latidora y sostenida, con la que ha sabido pergeñar un volumen de llamativos tonos.

“En el cielo pusimos/ ingrávidos castillos, ilusiones./ Y el cielo nos exige/ cumplir con el deber de alzar el vuelo”, escribe el poeta valenciano en su pórtico. Y sus versos, se tornan alas con las que divisar los espacios amados, perdidos o ya olvidados. El yo poético parece reclamar una pausa vital (“hoy estoy naufragando en la gran calma”) que le permita contemplar lo vivido con una mirada certera, y descubrir la traidora muerte que se va gestando en el interior del alma.

     José Saborit insinúa los recuerdos pretéritos, se adentra en los orígenes de la existencia, anota los colores del mundo, y advierte de que toda huida no sirve para atajar la tristura. Por eso, a modo de consejo, propone: “Viviremos sin tregua/ la infinita cadena de los días (…) pediremos un día y otro más, y aún más, aún pediremos/ la eternidad y un día”. Y el lector querrá sumarse a tal petición. Y volver al inicio de un poemario vívido y humano.

Jacob Lorenzo obtuvo con “La señal” el VIII Premio Nacional de Poesía Joven “Félix Grande”. Este cordobés del 62, ya tenía en su haber tres poemarios y en esta nueva entrega, traza un sólido discurso desde la atalaya que sus años van convirtiendo en su inexorable madurez: “Un hombre es un lugar, una señal/ en el horizonte”. Esa línea que antaño era distante, se convierte ahora en una frontera que cruzar, a sabiendas de que no hay mejor huida que la de acercarse a sí mismo para reconocerse. Y Jacob Lorenzo lo hace con un verso muy bien ritmado y una singular emotividad que se enriquece con las remembranzas del pasado y el incierto presente que nos sostiene: “La vida, un estar derrumbándose,/ un desprendimiento del cuerpo/ hacia la arena del reloj que somos”.

Dividido en tres apartados, “Dentro”, “Aquí” y Fuera”, el volumen es un ejercicio de consolidación de una voz que resuena  firme y que maneja grácilmente las formas versales, incluido el haiku, que ocupa parte primordial de este lúcido poemario: “Se van los años,/ y yo me quedo en ti,/ mujer o tierra”.

    Con “La falta de lectura” (DVD. Barcelona, 2011), José Ramón Otero Roko alcanza su segundo volumen, tras”Poesía del arcén” (1988). En este volumen, hay “pretensiones de arrasar la realidad con el lenguaje para crear una nueva cultura”, según afirma en su extensísimo prefacio Virgilio Tortosa. Propuesta que sin duda recuerda las palabras de Georg Steiner, quien en su “Elogio de la transmisión sugería que “toda nueva lengua permite vivir otra vida, lo que es realmente un lujo”. O por decirlo con las palabras con las que firma su epílogo Constantino Bértolo, el poemario “exige un esfuerzo intelectivo y moral y un alto grado de concentración semántica que son causa de que su lectura no resulte cómoda fácilmente digerible”.

No es sencilla la captación por parte del receptor de todos los elementos que conforman este collage lírico, al que sin embargo le valida su atrevimiento y su estructura multiforme, como demuestra, por ejemplo, el poema titulado “Continuidad de zero”: “El silencio le/ e le tras a letr/ a palabra/ s a/ palabr/ as”. Además, versos que hablan de otro tiempo, de otras estancias, de otras maneras de hacer, pues “el poema/ fue la vida siempre antes que el presente”.

 

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