Me queda la palabra

Incendio en Londres

Los vociferantes tertulianos, no todos lo son, claman basándose en la torpeza de la primera ministra, Theresa May,

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El terrible incendio de la Torre Grenfell de Londres, que ha provocado la muerte de varias decenas de personas aún sin determinar, 76 estima la policía en estos momentos, ha calado profundamente en nuestras conciencias en una época en que las desgracias de un origen u otro, parece que nunca vienen solas.
Si una persona va caminando y sufre un accidente fortuito, por cualquier motivo tropieza con tan mala fortuna que fallece en el accidente, esta fatalidad solo es posible achacarla a las desgraciadas circunstancias o al descuido del sujeto, despistado o entretenido en cualquier cosa. Aquí, como en algún caso similar, nadie se molestaría en buscar culpabilidades. Pero en otros casos no es así, como los actos terroristas que cada vez son más frecuentes, hechos execrables, indeseables y repugnantes. Buscar en este caso de forma oportunista relaciones con estos, no es lo suyo. No quita que en el trágico suceso del edificio Grenfell no se puedan buscar conductas reprobables, que por desidia, por dejadez, por incapacidad o por capricho, hayan originado tanta desgracia.
Ya era una provocación para la elitista clase alta inglesa la construcción de un edificio de viviendas sociales en su restringido entorno. Por guardar esa imagen de dignidad ofendida se aplicó un revestimiento pretendidamente estético para que el edificio no desentonara también en la apariencia de la zona, pero carente de la cualidad de ignífugo que hubiera evitado la tragedia. No era previsible que los materiales fueran de la calidad homologable a la de los edificios próximos, pero de eso a que este haya sido la razón de convertir un suceso, quizás fortuito, en una masacre media un abismo. Seguro que todo el mundo es sensible a esta desgracia, pero quienes lo han sufrido de verdad siempre se encuentran en el mismo ámbito social. Esto es lo más grave.
Los vociferantes tertulianos, no todos lo son, claman basándose en la torpeza de la primera ministra, Theresa May, de tardar tanto en acudir a calmar los justamente soliviantados ánimos. Carencia de sensibilidad, sin duda; pero estas apariciones en la mayor parte de los casos solo sirven para para limpiar la propia imagen que para ofrecer consuelo. Perderse en estas menudencias no tienen otro sentido que el de arrimar el ascua a la sardina ideológica de cada uno. Poco más.
Lo tristemente importante ha sido la pérdida de la vida de cerca de cien personas de forma tan escalofriante. Dolor que no se quita con dosis de cinismo, buscar responsabilidades y exigir justicia es lo que queda.

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