Matrícula de deshonor

El triste oficio más lindo

Ser periodista en estos tiempos tan difíciles, es un estilo de vida, una pasión gratificante llena de incertidumbre y en un proceso de cambio

El periodismo no está viviendo su mejor etapa, dado que yo estoy escribiendo esta columna, hecho un tanto absurdo para todos aquellos que se han forjado en esta difícil tarea, consumiendo algunos años de su vida para desempeñar esta labor que se encuentra entre las profesiones más castigadas en la actualidad. Está claro que las empresas de información se han convertido, casi en exclusividad, en instrumentos económicos con ese único objetivo y, la información, un simple medio para lograr llenar las arcas, y en menor grado, lograr mantenerse a flote dada la crisis actual.  Es triste observar cómo lo importante de todo este entramado está en llamar la atención, conseguir adeptos y marcar pautas de trabajo con líneas muy acordes a quienes más inflen los bolsillos sin importar las consecuencias, y sobre todo, con los mínimos recursos, con todo lo que ello conlleva. Para mí, que llevo más de 25 años colaborando en medios de comunicación (jamás como periodista),  he vivido esa involución informativa, observando a compañeros que sí lo son y  con admirables cualidades, cómo han sido rechazados por sueldos más bajos sin importar la calidad y profesionalidad que han adquirido a lo largo de su experiencia; una triste realidad que no sólo afecta al fondo de la información, también a las formas y en todos los formatos. Por todo ello y a pesar de la controversia de esta profesión llena de intrusismo, a veces mal entendido y de mercenarios de las palabras, no es raro que mi hija, que desde que tenía uso de razón ha querido ser periodista, ponga en tela de juicio esta carrera y se plantee cambiar dicha ilusión por asegurarse un futuro, como imagino que le ocurrirá a muchos adolescentes que inician su último curso antes de dar el paso a la universidad. Ser periodista en estos tiempos tan difíciles, es un estilo de vida, una pasión gratificante llena de incertidumbre y en un proceso de cambio, en el que contar un hecho, debe estar libre de talones para llegar a vivirla. Tal y como escribiera alguna vez Gabriel García Márquez, “el oficio más lindo del mundo”, por el que siento un gran respeto y en el que espero acreditarme algún día junto a mi primogénita, o por lo menos, “morir en el intento”.

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