Los lamentables sucesos de la Madrugada del viernes santo en Sevilla no pueden entenderse sino en el contexto de la fractura social que caracteriza hoy a nuestra sociedad y de la ausencia de unos valores culturales comunes producida por su creciente desestructuración. No es tanto una cuestión de ideología, o de creencias o increencias, como afirman algunos sugiriendo que su principal motivación fue antirreligiosa, sino, sobre todo, un efecto –inaceptable, desde luego- de la marginación cultural, acompañada o no de marginación social, en que vive cotidianamente una parte de nuestra sociedad, especialmente de los jóvenes sin futuro ni horizonte.
Que marginados de diverso tipo (en una noche de mucho consumo de alcohol y otras drogas más potentes) aspiren a sentirse protagonistas de la “hazaña” de poner en jaque a una ciudad por pura autoafirmación o diversión, despreciando los derechos y sentimientos de mucha gente, no debería sorprendernos demasiado. Las grandes aglomeraciones, sea en el futbol, en conciertos musicales o en las noches de semana santa, son buena ocasión para que un puñado de individuos sin escrúpulos intenten, y logren, con su violencia, sembrar el pánico en la multitud. Tanto más, cuanto que, desde muchos ámbitos, se alimenta hoy la psicosis del peligro terrorista.
Mención especial creo que merece la actividad del CECOP, el tan autoalabado invento del ayuntamiento y los cuerpos policiales para garantizar la “seguridad” durante la fiesta, que ha fracasado totalmente en la prevención de los disturbios.
Cualquiera mínimamente enterado de las cuestiones de esta ciudad sabía los lugares y las horas aproximadas en que podrían aparecer los problemas en la Madrugada (en el eje Reyes Católicos-San Pablo-Zaragoza y en el eje Villasís-Encarnación, además de en el entorno de la Plaza del Duque). Y –a las pruebas me remito- no se tomaron las medidas adecuadas, porque el CECOP a lo que más se ha dedicado estos días es a poner vallitas, algunas de ellas sin sentido alguno, y a dejar semivacías calles no conflictivas, irritando a los ciudadanos normales, y a que sus máximos responsables se hicieran continua propaganda en los medios informativos.
Suspenso total, aunque defiendan lo contrario el ínclito concejal Cabrera, el alcalde o el presidente del Consejo de Cofradías. Más de setenta heridos, algunos de ellos de cierta gravedad, y miles de ciudadanos de todas las edades, incluidos muchos miembros de varias hermandades, aterrorizados durante más de una hora exigen una investigación seria (y no como la del año 2000) y el establecimiento de responsabilidades: para quienes produjeron los hechos (que han sido graves y no pueden tener atenuantes) y para quienes tenían la responsabilidad de evitarlos (y han fracasado en este objetivo).
Y debería haber –pero no habrá- alguna dimisión a nivel municipal y alguna autocrítica por parte de ministros, en concreto los de Interior y Justicia, que estaban en Sevilla y en lugar de asumir sus respectivas responsabilidades se dedicaban a fotografiarse en balcones o palquillos.
A ver si en esta ocasión no se extiende un espeso velo sobre el tema, aduciendo que darle mucha publicidad podría perjudicar al turismo. Y a ver si no se intenta aprovechar la ocasión para secuestrar nuestra Semana Santa, aún más de lo que ya está, por parte de los poderes oficiales.
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