La tribuna de Viva Sevilla

¿Es posible un nacionalismo andaluz?

El PA nunca se involucró en movimientos sociales por lo que no consiguió echar raíces fuertes en casi ningún sector y sus fracasos electorales lo convirtieron en irrelevante e incluso en un factor negativo para el surgimiento de un movimiento político organizado .

Ha desaparecido el PA y ello está siendo ocasión para que muchos afirmen la imposibilidad del nacionalismo en Andalucía. Los andaluces tendríamos una especie de ADN que nos haría refractarios a un andalucismo político.

La afirmación parte de varias confusiones. Se confunde una determinada organización con el espacio entero del andalucismo; se hace equivaler, sin más, el ámbito de lo político y el ámbito electoral y no se analizan los factores catalizadores y de bloqueo que condicionan, en cualquier lugar, el paso desde el sentimiento de identidad cultural a la conciencia de identidad política y cómo han actuado dichos factores desde el final de la Dictadura hasta hoy en Andalucía.

En los años de la transición política, el partido tuvo un destacado papel en la activación del sentimiento andaluz y de la conciencia de pueblo, a pesar de mantenerse en la indefinición ideológico-política de si se trataba de un partido regionalista o nacionalista y de si defendía un proyecto socialdemócrata, que por diversas causas no había podido encajar dentro del PSOE de entonces, o si planteaba objetivos de transformación más profundos.

Sin la existencia del PSA, los partidos estatales no hubieran agregado tácticamente a sus sucursales la A de Andalucía, ni hubieran utilizado la bandera verde, blanca y verde, ni reconocido a Blas Infante como “padre de la patria andaluza”.

Difícilmente se hubiera producido la aceleración histórica que se vivió entre los años 76 y 80, con los acontecimientos señeros del 4 de Diciembre del 77, en las calles, y el 28 de Febrero, en el referéndum. El entonces PSA funcionó de catalizador en el sentido literal del término, que proviene de la química: un agente necesario para que se produzca una reacción entre dos sustancias pero que, en sí mismo, no tiene sustancia activa.

Por ello no supo aprovechar el fuerte respaldo electoral en las generales y municipales del año 79 y cayó de inmediato en el oportunismo electoralista, dilapidando rápidamente el capital político que le habían otorgado cientos de miles de andaluces.


El tremendo fracaso electoral de 1982 reflejó la decepción que el partido había producido entre la mayoría de sus votantes: carente de bases político-ideológicas firmes e insistiendo en considerar la política como simple confrontación electoral para la ocupación de cargos en las instituciones, sin saber casi nunca para qué estar en ellas, sus últimos 33 años han sido una sucesión de disputas internas por el poder dentro de la organización, de pendulazos políticos y de oportunismo electoralista, al brindarse a apoyar al mejor postor tanto en los ayuntamientos (en Sevilla, por ejemplo, cogobernó primero con el PP para hacerlo al día siguiente con el PSOE) como en la propia Junta de Andalucía, en la que actuó como muleta del Régimen psocialista a cambio de dos consejerías, en lo que constituyó su suicidio final.


El PA nunca se involucró en movimientos sociales por lo que no consiguió echar raíces fuertes en casi ningún sector y sus fracasos electorales lo convirtieron en irrelevante e incluso en un factor negativo para el surgimiento de un movimiento político organizado que tuviera como objetivo la conquista de los instrumentos necesarios de autogobierno para luchar con eficacia contra la dependencia económica de Andalucía (contra el mantenimiento de su situación semicolonial, traducida en la acentuación del extractivismo sin valor añadido), contra las inaceptables desigualdades internas y la falta de convergencia con otros pueblos del Estado, contra la subalternidad política (a pesar de que somos, jurídicamente, una nacionalidad histórica y una autonomía de primera división) y contra la degradación cultural (a la que ha contribuido sobremanera Canal Sur TV).


No pocos andaluces se preguntan si en Andalucía es posible una nueva activación del andalucismo político. Habría que contestar afirmativamente pero siempre que se dieran determinados requisitos: fundir lucha nacional con luchas sociales y presencia institucional con presencia en la calle y en los espacios laborales y de convivencia, cimentarse sobre un municipalismo no localista para (re)construir Andalucía de abajo arriba, realizar una permanente pedagogía sobre los componentes históricos, culturales y políticos de nuestra identidad como pueblo-nación y activar los valores y expresiones de nuestra cultura. No cabe otra posibilidad que un nacionalismo popular, siempre que fuera riguroso, comprometido con los problemas de la gente y no populista. Un andalucismo político con este perfil pienso que no sólo es posible sino necesario.

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