La tribuna de El Puerto

Visca Catalunya

El virus infectado por una élite xenófoba y supremacista que ha golpeado desde dentro de las instituciones y que lo ha vomitado en plena calle

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El aquelarre llega a su fin. Es tiempo de poner cordura y freno a la esquizofrenia colectiva del nacionalismo-populismo que emana Cataluña desde hace décadas, de una enfermedad que hemos pagamos todos para uso y disfrute de unos pocos.

El caldo de cultivo del clan catalán que se retroalimenta del llanto, de la pena y el grito. Esto se apaga. El mal llamado problema catalán va más allá de nacionalismos, de sentimientos o de rupturas, es una cuestión tan peligrosa como repetitiva en su génesis y ya utilizados por regímenes totalitarios y nocivos a lo largo de la historia.

La historia nos ha atormentado con varios, a cuál más patético. El virus infectado por una élite xenófoba y supremacista que ha golpeado desde dentro de las instituciones y que lo ha vomitado en plena calle vestido de revolución. De claveles, de sonrisa y de paz. Más mentiras.

Manifestaciones orquestadas y teledirigidas en la alineación cerebral del lavado perfumado de décadas de demencia del que se creyó inmortal, intocable y honorable. 

Y que bajo la creencia del hecho diferencial que no es más que el querer justificar y legalizar el creerse mejor que el resto y por ello cobrarlo. En eso se ha sustentado la gran mentira del Estado catalán.

En patrañas, manipulaciones, chantajes y corruptelas varias que unos y otros han comprado, ante un discurso segregacionista y excluyente y que tanto PSOE como PP, cómplices en su engendro, satisfizo en la búsqueda del poder complacido.

No es más. Racismo puro y duro. Un complejo identitario ideado y expresado y ahora  acurrucado a los brazos por los llamados de la nueva izquierda. ¿Un nacionalismo de izquierda? ¿Ésa no era la que luchaba por las clases trabajadoras?

Lo mejor para Cataluña no debe ser lo peor para Andalucía. Ya no. Sin ayudas con las que aprovecharse y sin industrias que pagar, el seny catalán está ante su mayor tesitura. El reto de desmostrar ser buenos.

Querer ahora encontrar la comprensión por los que solo han aportado odio y resquemor entre lo suyo y el resto, entre lo bueno y lo malo, entre lo superior y lo inferior, perdona pero no. La única salida para el delincuente es la cárcel.

Ya saben, en una tierra acostumbrada a pedir perdón y permiso, se encamina al más absoluto empobrecimiento.

No hay más sordo que el que no ha querido oír. Avisos ha habido más que paciencia en contener las embestidas.

Cataluña se despertó en el siglo XXI queriendo ser más -igual nunca se atrevería a pensarlo- que nadie y se va a acostar siendo más dependiente que nunca en toda su historia. La que prostituyó a tu antojo para salir siempre victoriosa.

Hoy Cataluña, siendo dependiente, es más libre.

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