La tribuna de El Puerto

La autocomplacencia del cocinilla

Quien no se consuela es porque no quiere, y la mayoría de los que ya cocinábamos antes de estar de moda, reconocemos que nos complace más la comida

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Hubo un tiempo en que para muchos era impensable quedarse en casa a comer el fin de semana. En pareja, en familia o con amigos, daba igual donde, el caso era comer fuera de casa, tratando de disfrutar de ese pretendido “estado del bienestar”.

En medio de aquella vorágine de gasto, los restaurantes, ventas y demás sitios donde comer se multiplicaron como las setas. Pero como todo se acaba, al aflojar los bolsillos las costumbres cambiaron y ahora incluso muchos restaurantes “buenos” ponen menús asequibles, y los “cocineros premiados” bajan a la palestra para impartir sus conocimientos, presentar concursos y anunciar productos del sector.

Así pues, cuando en asuntos del yantar, ir de tapas es lo máximo a lo que puede aspirar la mayoría, ha nacido una nueva cultura gastronómica basada en el “háztelo tú mismo”.

Una forma encubierta de decir haz lo que siempre se ha hecho y come en casa lo que tú te prepares, aunque, eso sí, no prepares cualquier cosa, porque tú – si te pones – puedes ser un gran cocinero.

La necesidad del mercado ha impuesto que allí donde “pagábamos cara” una comida, ahora den un curso de cocina, vendan utensilios, ofrezcan alimentos etiquetados “para gourmet” o programen concursos televisivos.

Para fomentar todo esto pretenden convencernos de que todos podemos ser gourmet, cuando en realidad sería más acertado decir que a todos nos gusta lo que está bueno. Además crean la esperanza de que convenientemente preparados y dotados de medios, casi todos podríamos llegar a ser excelentes cocineros, algo realmente falso.

En cierta forma, los que se apuntan a esta moda “cocinilla” me recuerdan a los que en su día cayeron en las modas del bricolaje o la decoración.

Lo cierto es que hay que admitir que hasta la llegada de los muebles suecos pocos eran capaces de juntar unos tableros para formar un armario, y aún menos decorar una casa sin que pareciese un mero reflejo de sus gustos personales, más o menos aderezados con algún elemento exótico.

Todos podemos disfrutar comiendo lo que cocinemos en casa, igual que todos podemos pintar un cuadro y colgarlo en sus paredes.

Eso no quiere decir que seamos cocineros ni que seamos artistas. Qué forma más curiosa de confundir los términos.

Además de ser útil, cocinar bien es una buena forma de disfrutar de la comida. Los que siempre hemos cocinado pensando en comer, no sentimos necesidad de toda la parafernalia organizada para fomentar la autocomplacencia del que aspira al privilegio de ser considerado gourmet, y – porque no decirlo – de muchos de los que ya no pueden disfrutar comiendo fuera de casa.

Quien no se consuela es porque no quiere, y la mayoría de los que ya cocinábamos antes de estar de moda, reconocemos que nos complace más la comida que su preparación.

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