La salita de Moy

Que lo accesorio nos lleve a lo fundamental

Esto vuela. Corre tan deprisa que ni siquiera la quietud permite paladear el manjar de la añoranza. Las papeletas de sitio agotan el papel, los capirotes...

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Esto vuela. Corre tan deprisa que ni siquiera la quietud permite paladear el manjar de la añoranza. Las papeletas de sitio agotan el papel, los capirotes a los cartones, los antifaces a las planchas, los altares a las velas y la espera a las calles. Se va y aún ni ha llegado...

Señales en las que nuestros risueños niños se reflejan. Accesorios que visten nuestra penitencia. Pero a veces conquistamos un continente sin contenido. Nos fijamos y ocupamos en externos útiles inútiles y no en los verdaderamente esencial. Por ejemplo, relevante e informativo es y debe ser el Cabildo de Toma de Horas que el próximo domingo las Hermandades de Penitencia celebrarán en la Capilla Real de la Catedral para establecer los horarios e itinerarios para la próxima Semana Santa. Y claro, está la Madruga, y están Los Gitanos. La polémica llama al morbo. Entonces, lo accesorio superará a lo trascendental.

La solución, por supuesto. Llegará. El bien común es el propósito, o debe serlo, de esta ciudad que atesora la Semana Santa más esplendorosa de nuestra tierra. Pero el mero hecho de exportar una turbia identidad que verdaderamente no refleja las intenciones de tantos nos deteriora. Así, a veces me pregunto si somos enemigos de nosotros mismos. Si hay letras que cruzan dagas envenenadas para encontrar propósitos dirigidos. Si la devaluación de nuestra información nos va a llevar a una profana celebración.

Claro que Los Gitanos tienen un problema, por supuesto. Situación compartida entre tantas Hermandades de una misma o diferentes jornadas. Y claro que hay cimientos para ponerles soluciones a estos antiguos entuertos, que más pronto que tarde serán una realidad serena y estable, firme y duradera por y parabién de nuestra Semana Mayor. Pero cuidado, que la tentación asoma por la esquina y el resbalón puede llevarnos a una herida difícil de curar.

Quedan apenas días y aún mucho por vivir, ver y disfrutar, pero sobre todo para rezar. Para encomendar nuestro espíritu a la fe verdadera de una semana que debe llevarnos, primero, a la penitencia, y segundo, al gozo pascual de la Resurrección. Si perdemos este fundamento, ningún accesorio tendrá sentido en un desierto repleto de vanidades.

Confiemos en nosotros. Creamos en nosotros. Exportemos nuestro mensaje. Sólo así alcanzaremos la dicha de la Semana Santa y, por supuesto, el bien común en pro de nuestras Hermandades. Porque hablando se entiende la gente y de eso este Consejo entiende y mucho. Y es que al final, no olvidemos que lo accesorio sólo debe guiarnos a lo estrictamente fundamental.

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