La salita de Moy

Alcalde del Arenal y custodio inmaculista

Sevilla inicia su particular revolución tras una polémica homilía promulgada en el convento dominico Regina Angelorum...

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Si Sevilla es mariana es por el dogma de la Inmaculada. Bendito sea cada lucero que ilumina el celeste de un cielo que apenas se tapia, razón por la cual la ciudad extiende su celestial manto devocional hacia la Santísima Virgen María, la que reina en esta salita en la que, como cada miércoles, eres bien recibido y en la que espero mantengamos una charla fraternal en las vísperas de uno de los días señalados en “azul” en el calendario de Sevilla. Así que no te quedes en la puerta y pasa. Adelante. Estás en tu casa, pero no te olvides de pasar por el felpudo las suelas de tus zapatos que esto está recién fregado.

“Todo el mundo en general a voces reina escogida diga que sois concebida sin pecado original”. Esta fue una de las coplas compuestas por el insigne poeta Miguel Cid y que viene a reflejar la entereza y entrega de todo un pueblo que decidió desenfundar su espada para defender con sangre y hasta la muerte el misterio de la concepción inmaculada de María. Nos situamos en los inicios del siglo XVII. Sevilla inicia su particular revolución tras una polémica homilía promulgada en el convento dominico Regina Angelorum. Aquello incendió en llamas los corazones de quienes por entonces ya defendián la pureza de María y conllevó una lucha incesante entre multitud de vecinos y diversos personajes de la época que a la postre depararía en el dogma promulgado por el Papa Pío IX aquel 8 de diciembre de 1854.
Mateo Vázquez de Leca, Bernardo Toro, Pedro Francisco Moreno, Fray Juan de Pineda, Martínez Montañés, Bartolomé Esteban Murillo y un largo etcétera fueron algunos de los muchos sevillanos reconocidos que se implicaron en primera persona para alcanzar la gracia de la Santísima Virgen. Fueron “guerreros” de María en Sevilla durante siglos para que hoy otros tantos custodios sigan protegiendo este bellísimo y eterno legado.

Como es el caso del que cada mañana atraviesa la orilla del Guadalquivir para abrir las puertas del barrio del Arenal. El mismo que desde el bar Taquilla otea a diario el horizonte de una fe sin fronteras. El que forjara su bastón con el hierro que da forma a la reja del Postigo para defender a ultranza y hasta el último segundo la concepción inmaculada, Pura y Limpia, de María.

Tal vez por ello el alcalde lo llame alcalde y los inmaculistas, inmaculado. Seguramente, por ese legado incalculable hoy Pedro Ordóñez siga siendo el alcalde del Arenal y el custodio del dogma en la tierra de María Santísima.

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