Curioso Empedernido

No nos bastan las palabras

Hay quienes se pasan la vida y sobre todo en campaña pregonando todo aquello que los demás quieren oír, y prometen lo que saben que jamás cumplirán

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En la vida no nos bastan las palabras sino van acompañadas de los  hechos. Abrirse a nuevas ideas  aunque nos provoquen crisis internas o externas, nos rejuvenece y nos hace soñar entre apoyos y rechazos, recuerdos y olvidos, uniones y separaciones con otros mundos y otras vivencias.

Las palabras en políticas si queremos verlas hechas realidades han de reflejarse en los presupuestos., sino pueden estar cargadas de buenas intenciones pero  son un puro relato fantástico, en la que entre  magos y hadas nos llevan del sueño a la decepción y la frustración.

Hay quienes se pasan la vida  y sobre todo en campaña pregonando todo aquello que los demás quieren oír, y  prometen lo que saben que jamás cumplirán y durante los últimos meses antes de que echemos nuestros votos en las urnas, se nos muestran como los seres más amables y complacientes entre el populismo y la demagogia.

Otros que solo utilizan el verbo como síntomas de aislamientos e inseguridades, entre sufrimientos, tormentos y complejos  nos cuentan historias imposibles de creer sobre sus oficios y sus vidas, presentándonos como debates sobre las ideas lo que solo son falsas polémicas y discusiones inútiles.

Para convencer no nos bastan las palabras, debemos tener el propósito y la voluntad de sacarle el máximo provecho a cada jornada. Debemos saber escuchar las argumentaciones del otro sin interrumpirlo  continuamente, sin llaves y cerrojos, sin reproches ni disculpas.

A veces no se encuentran las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos, intentando sacar  de nuestro interior ese niño que todos llevamos dentro, rompiendo con la monotonía de los días iguales y repetidos, superando fantasmas, intrigas y conspiraciones.

Hay quienes  más allá de las palabras intentan subyugar, elevar y dominar, cuando lo que deberían es procurar conquistar, comunicar, divulgar y educar. Hacer que su verbo suene a sincero con ellos mismos para poder serlo con los demás.

No nos bastan las palabras para aquellos que creen saberlo o tenerlo claro todo, cuando ante cualquier circunstancia demuestran su ignorancia y cada mañana que abren los ojos es un horizonte de oscuridad en la que viven atenazados y encerrados en un círculo de horas grises.

En demasiadas ocasiones con nuestro verbo celebramos un debate interior frente a un espejo imaginario, y en este soliloquio nos hacemos preguntas, a las que a veces podemos responder y en otras no encontramos la expresión adecuada.

Entre temores y hartazgos, aceleramientos y paradas,  cantos y llantos, logros y fracasos, aviados y extraviados, suplicas y duplicas,  magias y maravillas, debemos llegar al final de nuestras historias aunque tengamos que inventarnos nuevos vocablos.

Con la palabra sufrimos o somos felices, jugamos o arrastramos nuestra tristeza, y como decía Ortega y Gasset “Toda palabra dice algo más de lo que debiera y también menos de lo que quisiera  expresar” .Pero a pesar de que nos pasemos o no lleguemos, hemos de reivindicar su valor, como vehículo para poder seducir a los demás y para cambiar las cosas,

No debemos olvidar nunca como diría Octavo Paz, que aunque “el lenguaje se deteriora, la función de los poetas es revalorizar las palabras”, y admitir que como dice el proverbio alemán “el habla es plata, el silencio es oro” o el malayo “los puñales y las lanzas no son tan afilados como las lenguas”.
 

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