Curioso Empedernido

Abertom Soñador

Nuestro amigo Abe, había pasado sus días hasta el presente siendo un millonario sin dinero, ahora le había llegado por sorpresa y sabía que era lo que tenía que hacer de acuerdo con sus principios, repartirlo entre la gente que más lo necesitaba y procurar sembrar felicidad

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Miraba al cielo y pensaba que las estrellas eran más pequeñas que la luna, pero solo resultaba que estaban más lejos. Aquello tan simple constituía un verdadero enigma para quien siempre estaba más pendiente de los demás que de el mismo. Más en un espacio imaginario que en la realidad.

Todos le llamaban Abe y era un amante de las cosas más simples, y casi nunca sentía pereza por hacer lo que debía y aunque era un amante de las rebajas, su vida no había sido precisamente de saldos. Disfrutaba de todo y para todo se tomaba su tiempo.

En los últimos meses había sufrido una etapa tormentosa en su vida. Quería pasar página y canalizar sus energías hacia todo  lo que le produjera alegría y satisfacción, sin miedo a desarrollar sus ideas por muy arriesgadas que parecieran. Estaba aprendiendo a ver las cosas  con otra perspectiva y a tener clara cuales debían ser sus prioridades.

Abertom era moderado en su lenguaje, porque sabia que las palabras dichas no tenían marcha atrás y se había entrenado en respetar el espacio y el tiempo de los de los demás, además era consciente que no eran momentos de exigencias sino de generosidades.

A sus años, que no eran pocos, ya que había superado los setenta prefería su pequeño e intimo mundo al jaleo y ajetreo social. A pesar de su entusiasmo, no estaba el calendario para asumir nuevos retos ni hacer demasiados planes para el futuro sino para vivir intensamente el presente.

Sin embargo lo que le había ocurrido, que el azar le hubiera agraciado con un premio de más de tres millones de euros en la primitiva, le abría la puerta a una nueva visión de la vida, y no es que le fuera a cambiar su forma de ser y actuar pero se sentía satisfecho de si mismo y de su suerte.

Casi siempre había sostenido que era absurdo lamentarse por aquellos asuntos que no tenían solución y aunque muchos de sus sueños nunca se habían materializado confiaba que todo iba a ser mejor en el futuro inmediato, y aunque nada continuaría siendo  lo mismo aunque pareciera igual.

Nuestro amigo Abe, había pasado sus días hasta el presente siendo un millonario sin dinero, ahora le había llegado por sorpresa y sabía que era lo que tenía que hacer de acuerdo con sus principios, repartirlo entre la gente que más lo necesitaba y procurar sembrar felicidad.

Tras conocerse la noticia, quería salvaguardar su intimidad, sin necesidad de esconderse. La fortuna había descuartizado sus planteamientos de tener una vejez serena, tranquila, modesta pero sin temores e incertidumbres, pero era perseverante cuando se planteaba cualquier objetivo y se había propuesto ayudar desde el anonimato con lo que el destino le había proporcionado.

Solo se iba a permitir un pequeño lujo, Como Abertom era un soñador despierto y dormido, necesitaba un buen butacón y un mejor colchón, total unos tres mil eurazos para el  ejercicio de su deporte favorito, el resto lo dedicaría a quitar hambres, salvar desahucios o apoyar a gente joven en sus estudios entre otros menesteres hasta que durara la hucha, mientras sería testigo de evitar muchas lágrimas y provocar algunas sonrisas.

Lo bueno del personaje de esta pequeña y sencilla historia es que no se dejaba llevar por senderos negativos, ni quería ser rehén de sus recuerdos y emociones, pero todavía estaba lo suficientemente comprometido para no permanecer indiferente ante el sufrimiento ajeno.
                         

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