El pasado jueves día 10, a las siete de la tarde, e invitado por las asociaciones convocantes, entre ellas Barrio Vivo y Alternativas, tuve el honor y la satisfacción de asistir al merecido homenaje que se le hacía a un hombre bueno y humilde, grande y sencillo, solidario y generoso: Luis Marquijano, una persona a la que todos los que tuvimos la oportunidad de conocer, aprendimos a querer. En mi caso, como el de otros muchos, a pesar de nuestra diferencia ideológica, teníamos en común el batallar por una sociedad más justa.
Allí tuve oportunidad de saludar a viejos conocidos y amigos, compañeros de viaje en la lucha contra la droga, como Miguel Alberto Díaz, Pepe Chamizo, Paco Mena o Jorge Páez entre otros, y, como no, al alcalde de nuestra Algeciras, José Ignacio Landaluce, con el que me une desde hace muchos años una buena relación, a pesar de nuestra escasa coincidencia política.
Noté a nuestro primer edil malhumorado, irritado y enfadado conmigo, y al preguntarle el motivo me dijo que la causa era su desacuerdo con el contenido de mi artículo en esta tribuna de libertad que es VIVA CAMPO DE GIBRALTAR del miércoles día 9. Le dije, con todo cariño y respeto, que me parecía una reacción desproporcionada, pero sospecho que sin éxito.
He de manifestar que a lo largo de mi dilatada vida política, y cuando se cumplen 33 años de la constitución de los primeros ayuntamientos democráticos, he mantenido una actitud respetuosa con la institución de la Alcaldía, y con aquellos que la han ocupado por la voluntad del pueblo soberano. Mis análisis y apreciaciones jamás tienen una intencionalidad personal sino política, y pueden ser acertadas o erróneas, pero jamás malintencionadas, porque entiendo al igual que expreso en el tercer párrafo de dicho artículo las buenas intenciones que animan a quienes hemos ostentado u ostenta, como el señor Landaluce, dicha responsabilidad.
Estoy seguro, don José Ignacio, que usted como demócrata coincidirá con este humilde articulista, que cuando asumimos la responsabilidad de una alcaldía tan importante como la de Algeciras, una de las ciudades más importantes de España y Andalucía, hemos de hacer un permanente ejercicio de autocrítica, cintura política y una visión equilibrada y positiva de mantenernos siempre receptivos a los planteamientos y comentarios de los demás. Debemos procurar con paciencia y prudencia,aislarnos de ese sentimiento negativo de que siempre quienes nos critican sólo pretenden nuestra destrucción, porque a lo mejor lo único que intentan es que seamos capaces de escuchar, aprender y mejorar.
Usted, como yo, don José Ignacio, que tenemos algunos trienios en esto de la actividad pública, sabemos que hay algunos políticos, afortunadamente pocos, que muestran con frecuencia una reacción airada ante cualquier observación que no sea darles palmaditas en la espalda, sembrar el aire de halagos, hacerles loas por encargo o escribirles crónicas al dictado, y que nos quieren hacer creer que lo blanco es negro, lo redondo, cuadrado y hacer comulgar con ruedas de molino. Al igual que le habrá ocurrido a usted, he recibido todo tipo de críticas a lo largo de mi vida política, unas justas y otras no. De lo que nadie me puede acusar es de haberme quejado, ni haber querido matar al mensajero, y he intentado asumir saludable y honestamente las discrepancias y las diferencias con mis aliados y con mis adversarios.
Tal y como le prometí, deseo terminar recogiendo lo que usted me dijo, que no ganaba como diputado lo que publica en su directorio discursia.com, sino que según la página del Congreso de los Diputados es sensiblemente menor. Yo le creo, señor Landaluce y me basta su palabra. Si le voy a pedir un favor, con todo el respeto y afecto, no se me enfade, y piense que cuando alguien nos expresa su desacuerdo con algo que hemos hecho, nos está regalando una oportunidad para hacer mejor las cosas.
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