| La madre de Carmen Perea tiene 99 años, “pero tiene la cabeza mejor que yo”, precisa su hija para presumir del estado de salud de su progenitora pese a su avanzada edad. La abuela, como así la llaman, se mueve por casa en taca taca y en silla de rueda si han de salir algún sitio. El pasado 25 de junio estaba indispuesta. Sufría fuertes mareos y decidieron llamar al 112 para consultar qué debían hacer. Cuando le describieron por teléfono al servicio de emergencia los síntomas de la anciana y le pasaron con un médico, este les recomendó llevarla al hospital. Accedieron a regañadientes. Parece como si sospecharan lo que les iba a ocurrir.
De hecho, incluso el técnico de la ambulancia que se desplazó hasta allí para recogerla les dijo que no la veía para llevarla al hospital, pero al final siguieron la recomendación del facultativo. Estuvo allí casi todo el día, y le dieron el alta por la noche.
Fue entonces cuando Carmen fue testigo de un momento casi surrealista que no se le puede quitar de la cabeza por lo que podría haber pasado en la misma puerta del hospital cuando ya se iban a casa y a su madre la iban a incorporar a la ambulancia. El técnico se subió arriba y desde allí agarró los brazos de su madre para subirla –sin previamente haberla recostado en camilla o silla de ruedas- lo que hizo que la anciana se viniera abajo y se clavara el escalón de acero de la ambulancia en las dos piernas, empezando a sangrar “de forma escandalosa”.
“Yo la tenía agarrada por los riñones estaba alucinando, pero claro se desplomó, ella no tiene estabilidad. Fue todo en un segundo, ningunas nos imaginamos que ese trabajador iba a subir así a mi madre”. Su madre, nerviosa, no dejaba de llorar, la tuvieron que dejar ingresada dejándola toda la noche en observación.Al día siguiente salió del hospital con las piernas vendadas y desde entonces todo el verano han tenido que ir a curarla a casa.
Ahora se encuentra mejor, aunque muchas noches se despierta asustada y llorando. Sin embargo, si Carmen no tenía bastante con ese episodio desagradable, hace unos días comprobó indignada que en el servicio de atención al ciudadano del hospital no encuentran por ninguna parte la hoja de reclamación que puso aquella noche a raíz de la incidencia. “No es justo ni hay derecho a que yo lleve a mi madre por un mareo sin yo ni siquiera querer llevarla, me la caigan, para que le hubieran roto una cadera o hubiera cogido una infección”, lamenta.
Les mostró la copia de la queja, pero no hubo manera. Aseguraban que allí no tenían nada de ese asunto, del que tendrían que haberle contestado al mes después de ocurrir los hechos. Ahora le han emplazado a unos días más para ver si la queja se ha traspapelado, pero el plazo ha vuelto a terminar y no ha recibido noticia alguna.
Al Defensor del Paciente
Lo tienen claro. No piensan quedarse de brazos cruzados y además de denunciarlo a la opinión pública, acudirán al Defensor del Paciente si hace falta. “Lo que no queremos es que esto vuelva a ocurrirle a nadie más. A los mayores no se les puede tratar como un paciente más. Y alguien tiene que responder por lo que le ocurrió a mi madre; ni siquiera nos pidieron disculpas. También pedí el nombre del chico que la cayó y no me lo quisieron dar. Lo quiero arreglar por las buenas para que no vuelva a suceder”, relata Carmen.
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