Gente, lugares y tradiciones

Piedras que cayeron del cielo

Hasta la famosa lluvia de meteoritos que el 26 de Abril de 1803 cayó en L’Aigle no se admitió que del cielo cayeran piedras

Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai

Durante siglos la Ciencia negaba que cayeran piedras del cielo, aludiendo que en el cielo no había piedras. Sin embargo muchos individuos veían caer piedras del cielo, piedras de todos los tamaños, y a los tales se les tomaba por desequilibrados mentales, a pesar de que las piedras en cuestión, muchas de ellas descomunales, se encontraban desperdigadas por los campos, a la vista de todo el mundo, y no se conocía su exacta procedencia. Hasta la famosa lluvia de meteoritos que el 26 de Abril de 1803 cayó en L’Aigle (Normandía) -más de tres mil meteoritos o partes de ellos- no se admitió que del cielo cayeran piedras. Posteriormente se observó el fenómeno de la caída de piedras con mayor atención. El 19 de Julio de 1912 aconteció una de las mayores lluvias de meteoritos, esta vez en Holbrook (Arizona). Se contabilizaron 14.000 piedras caídas en la zona.


En la Biblia se lee que en tiempos de Josué (Josué 10:11) los amorreos que huían de los israelitas fueron muertos por piedras que cayeron de los cielos. Los teólogos, que no podían admitir que del cielo cayeron piedras, creyeron entender que lo que en realidad había caído era pedrisco o granizo de gran tamaño. Sin embargo, según los eruditos, la palabra hebrea que en los manuscritos aparece se traduce literalmente por ‘piedras’. El 10 de Febrero de 1896 una lluvia de pequeñas piedras cayó sobre la ciudad de Madrid, causando desperfectos en algunos tejados. Y el 2 de Febrero de 1943 varias casas fueron destruídas en Carhuamayo (Perú) por meteoritos que cayeron sobre ellas. Podemos imaginarnos la tragedia que supondría una lluvia de meteoritos de mediano tamaño sobre cualquier ciudad. Hasta la fecha, y oficialmente, no se conocen muertes de personas causadas por la caída de meteoritos.


Cuando se oye hablar de que un asteroide o meteorito de gran tamaño se acerca a la Tierra y puede caer en la superficie, es lógico sentir pavor. En la mayoría de los casos el asteroide en cuestión pasa de largo. Recientemente, en abril de 2017, el asteroide conocido como ‘la roca’, cuyo tamaño se ha calculado en un promedio de un kilómetro de diámetro, ha pasado de largo y no ha caído en la Tierra, contrariamente a lo ocurrido con otros asteroides en el pasado. De todas maneras, el cálculo científico demuestra que unos setecientos meteoritos de diversos tamaños caen en la Tierra todos los años, lo que supone un promedio de casi dos diarios. La mayor parte de ellos se pierde en los mares y en los desiertos. Los grandes meteoritos que caen sobre la Tierra abren enormes cráteres con elevados bordes. Las arenas sobre las que impactan se funden y aparecen cristalizadas en color verde o negro. Ello es debido a las altas temperaturas y a la velocidad de los bólidos espaciales al entrar en la atmósfera. El fenómeno de cráteres y arenas cristalizadas se observa también en las pruebas nucleares. La caída de un gran meteorito es similar a la de una explosión atómica.


El cráter ‘Coon Butte’ o ‘Cráter de los Mapaches’, en el Cañón del Diablo, Arizona, mide 1.340 metros de ancho y tiene una profundidad de 184 metros. Sus bordes se elevan hasta 50 metros y se le supone una antigüedad de 5.000 años. Probablemente el meteorito que allí se estrelló salió rebotado hacia la atmósfera y se perdió en el espacio. En las inmediaciones continúan hallándose fragmentos metálicos, aunque casi todos han desaparecido durante los siglos y convertidos en herramientas por las comunidades de indios por allí residentes.


Aún más grande que el de Arizona es el cráter hoy ocupado por el lago Bosumtwi, en Ascantiland (Costa de Oro, Africa), en plena selva virgen. El cráter ocupa una extensión de 11 kilómetros de ancho por unos 350 metros de profundidad. El meteorito que lo abrió y que destruyó el curso de varios ríos, es evidente que salió de nuevo disparado hacia el espacio tras chocar contra la superficie terrestre. Se desconoce su antigüedad.


 Por todas partes del globo se han descubierto cráteres de distintos diámetros abiertos por el impacto de meteoritos en la antigüedad, aunque no pocos de ellos son relativamente recientes, de algunos siglos. En España se cree que el lago existente en el lugar de La Remonta, cerca de la Peña del Castillo, en Santander, fue abierto por la caída de un meteorito en tiempos remotos. En la finca que lo ocupa se halló la escultura más antigua existente sobre el dios Júpiter, cuya advocación fue apropiada como suya por la primera cultura griega, probablemente creada por cántabros emigrados milenios atrás.  


El 30 de Julio de 1908 los viajeros del Gran Ferrocarril Transiberiano que se encontraban en aquel momento en la estación de Kansk (Rusia) vieron caer al norte un gran meteorito, escuchando un espantoso estruendo segundos después. Los sismógrafos registraron un importante terremoto, mas no se supo dónde tuvo lugar el epicentro. Hasta el año 1927 no se descubrió el sitio, gracias a una expedición científica, que halló en pleno bosque junto al Tunguska Pétreo, a 80 kilómetros de Vanovara, una devastación arbórea de unos 8.000 kilómetros cuadrados. Como cien millones de árboles habían sido abatidos y quemados por el impacto de un gran meteorito, como se comprobó por multitud de fragmentos ferruginosos. El cuerpo principal del meteorito rebotó y se perdió en el espacio. Los habitantes del lugar se habían fabricado instrumentos de hierro con los fragmentos que recogieron. Los científicos creen que se trató del mayor meteorito estrellado contra la superficie terrestre, a una velocidad de 70 kilómetros por segundo. 

 
A raíz de lo ocurrido en la tunguska rusa en 1808 se estudiaron con más detenimiento los fragmentos de hierro encontrados en las cercanías de los cráteres abiertos por el impacto de meteoritos. Se descubrió que multitud de objetos sagrados que se conservan desde tiempos remotos no son sino vestigios férreos de los meteoritos. Entonces se consideraban sagradas las piedras que caían del cielo. En Namibia puede admirarse el meteorito más grande que existe, de 54 toneladas.


Probablemente muchas de las creencias religiosas actuales hayan tenido su origen en la caída de meteoritos. Una gran piedra caída del cielo en Roma en los días de Numa Pompilio fue literalmente adorada como procedente de los dioses. Y hoy se sabe que la famosa piedra negra de La Kaaba, en La Meca, tiene procedencia aerolítica, al igual que las piedras de color negro que se conservan en algunas iglesias católicas. La bola del mundo que vemos en cuadros y tallas de la Inmaculada era en principio un pequeño meteorito redondo de color negro sobre el que se colocaban las imágenes de las diosas. Las piedras que cayeron del cielo tienen mucho que decir. 
 

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN