Parece que la apatía y la participación son pulsiones que tienen como factor común, el ser actuaciones muy selectivas. Sin caer en generalizaciones, porque son siempre inapropiadas e injustas, impacta, la posibilidad de que un sector poblacional pueda asistir a las convocatorias de posicionamiento de un “reality show” de seguimiento multitudinario, y a su vez, no se involucren o se impliquen, activamente, en problemáticas que condicionan sus circunstancias, tanto presentes como venideras. Entre ausencias, adormilamientos y el acuartelamiento en los intereses hedonistas, la defensa y lucha por la dignificación de la “vida”, se convierte en una opción minoritaria. Perdemos los derechos, nos representa el estandarte de la incompetencia, y gana las batallas el sello del individualismo y la corrupción. Reitero. Me sobrecoge, hasta la perplejidad, las manifestaciones por cuestiones absurdas y surrealistas. Deberíamos mostrar nuestra repulsa absoluta por el papel de la mal denominada “Unión Europea” con las personas refugiadas; por el quebrantamiento constante de los derechos humanos y libertades; por el desvalijamiento de los recursos públicos; por pervertirse el significado y sentido del “trabajo”, pasando de ser una oportunidad de crecimiento y autonomía a convertirse en la hormigonera de los despropósitos que empeoran el bienestar individual y/o familiar; por el deterioro alarmante y los recortes abusivos, dejando especialmente en la cuerda floja, a los servicios sociales, sanitarios, educativos y a las pensiones, etc. Cada persona tenemos una gran responsabilidad, como “seres sociales”. Somos ejemplo y espejo. Si se muestra más interés por atender ciegamente las demandas materiales de las generaciones más jóvenes, desatendiendo la adquisición de valores y compromisos, estaremos contribuyendo a la alienación utilitarista de los poderes fácticos que irán mermando la capacidad reaccionaria y libertaria de las mayorías. Gestar un proyecto comunitario, nada tiene que ver con centrarse en el productivismo, titulismo o rentabilismo que justifica cualquier medio. Si no integramos en la transmisión de conocimientos y pautas de comportamiento, la apuesta por lo común, por lo “nuestro”, por la integración, por las “sumas”…entonces crecerán sólo “juncos” que se declinarán por la pasividad, la conformidad resignada y los tiempos muertos. Quizás a ellos/as se referiría Pablo Neruda, en su composición poética “Hijos de la Luna”. ¿Y quiénes son o serán? Aquellos/as que un día, recordarán y recitarán sin levantar la voz y con los brazos cansados, sus versos: “Y porque anduve tanto sin quebrar los minerales ni cortar la madera, siento que no me pertenece el mundo: que es de los que clavaron, cortaron y levantaron estos edificios […] Porque lo hicieron otras manos sucias de barro y sangre, yo no tengo derecho a proclamar mi existencia: Fui un hijo de la Luna”. Si queremos que este poema no sea una letanía futura, dejemos de alimentar los “egos” y los “ombligos”, para contagiarnos en común-unión de una cosmovisión más humana e inclusiva.
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