Eutopía

Lucernario

El filósofo Platón, expresó: “Todas las cosas grandes acontecen en la crisis, en el torbellino…”

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Tú y yo lo sabemos. ¿Quién no ha experimentado el dolor? El sufrimiento causado por un duelo trascendente, podría ser similar a la subida impuesta de las infinitas y tortuosas escaleras de la Torre de Babel, donde la confusión, la angustia o la ansiedad, se encajan simétricas, conformando el puzzle de una dictadura fatal. La posibilidad o el hecho de la ruptura o la pérdida, nos empuja inexorablemente a una sensación de desfallecimiento, que en ocasiones, puede hacernos besar los límites de nuestra consistencia corpórea, mental y espiritual. Cuando perdemos el control, el ahogo sustituye al oxígeno revitalizador. El suceso traumático se aferra a todas las cornisas de nuestra memoria con tal de desplegar afanosamente su padecimiento, repitiéndose una y otra vez, como un flash cegador en las pupilas del día a día. Como aprendices, sin apenas seguridad,  buscamos a tientas el interruptor que nos conceda, aunque sea un tibio destello de luz, en los pasillos oscuros, casi opacos, del pensamiento. Vemos el lucernario…y aunque la debilidad integral parece que nos ha ganado la partida, aparece tímidamente la fortaleza vital y saca su “as” escondido. Cuando una crisis, existencial o imprevisible, nos muestra sus dientes, la respuesta inicial se viste con la túnica tupida del miedo. Después, lentamente, ante ese mismo desafío, se van despertando nuestros mecanismos de adaptación y reacción. Cada célula de nuestro organismo pide a gritos el equilibrio, prometiéndose nuevamente, aprender de esa vivencia…El filósofo Platón, expresó: “Todas las cosas grandes acontecen en la crisis, en el torbellino…”. Podemos padecer acontecimientos traumáticos, ya sea por circunstancias devastadoras o por cambios estresantes y simultáneos, que nos desbordan, bloqueando las compuertas de nuestra resistencia.  Pero también debemos tener la confianza, que a pesar de la severidad de los hechos, contamos con habilidades propias o personales, y con recursos sociales provenientes de las redes informales e institucionales. El término de crisis, tiene como origen, por un lado, la palabra sanscrita: Kri / Kir que significa: Dispersar, limpiar o purificar, y por otro, la derivación griega: Krisis / Krinein, que nos indica la decisión en un juicio y el restablecimiento. Es decir, en un proceso de división o discontinuidad, ese duelo conflictivo, ausente, retrasado, desmedido o crónico, puede transformarse en una oportunidad de crecimiento, en un valor del que se puede desprender lecciones útiles de aprendizaje. Trabajar por intervenir eficazmente, requerirá de un apoyo incondicional de las personas más cercanas. Igualmente, a nivel institucional, público o privado, necesitará de profesionales altamente cualificadas/os, de un equipo interdisciplinar,  y será de gran apoyo, la cercanía de quienes han pasado por similares o idénticas situaciones y que han decidido aunarse para crear grupos de ayuda mutua o autoayuda. Por lo tanto, toda atención, tendrá como finalidad reducir o eliminar las consecuencias negativas y aumentar la probabilidad de desarrollo o evolución. Tú y yo, lo sabemos. Por eso, ojalá, que no nos petrifique el dolor, que el silencio no sea la única manifestación de nuestros sentimientos soterrados. Que avancemos siempre con esperanza y en buena compañía…

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