Eutopía

Ser quinto elemento

Desde que tenemos uso de razón, todo, se nos es solicitado, con una premura vertiginosa, haciéndonos olvidar los sabores que aportan los “fuegos lentos”

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Definitivamente, perdemos los papeles y el sentido imprescindible de verbos tales como “educar” y “formar” si la piedra angular en la que los apoyamos es la competitividad. Una cuestión diferente, es adquirir progresivamente competencias, durante toda la formación académica, y otra, es trepar, apoyando los pies en las cabezas y en los esfuerzos ajenos. En líneas generales, vemos como desde la infancia, se asfixia al escaso tiempo libre que queda, después de las clases presenciales, añadiendo una interminable lista de actividades que no son siempre adecuadas ni efectivas. ¿Dónde ha quedado el aprendizaje bidireccional y participativo? ¿Adquirimos sólo conocimientos o añadimos otros ingredientes transversales que deben ir impregnados de pedagogía, acompañamiento y empatía? Si sólo pretendemos avanzar en el “titulismo”, la cáscara del éxito social se endurecerá, pero corremos el peligro, de perdernos sensaciones muy positivas, que suelen ser aportadas, casi siempre, por la interrelación con otras personas, con otras experiencias y realidades. Nada es incompatible. Pero aquello que se centra en intereses estrictamente particulares, puede llegar a desmoronar nuestra vivencia más interior, y en consecuencia, el buen “quehacer” desde los diferentes roles que desempeñamos a lo largo de nuestra existencia. Por la competitividad, se están perdiendo instantes de juego, de convivencia, de encuentros, de conciliación familiar, de afectividad, de vivencia en la naturaleza, de descanso… Desde que tenemos uso de razón, todo, se nos es solicitado, con una premura vertiginosa, haciéndonos olvidar los sabores que  aportan los “fuegos lentos”. Todo debía de entregarse “ayer”, aunque la demanda haya sido de hoy. Por supuesto, también las exigencias vienen dadas con la etiqueta de “previsión para el mañana”.  Reponerse de la hiperactividad, llega a parecer otra tarea a planificar, o más bien, a “estabular” dentro de una calendarización propia de héroes y heroínas. Enseñar o aprender, sin disfrutar, sin que nos provoque la necesidad de ser mejores profesionales y más aún, excelentes personas, debería ser algo prohibitivo. Tendría que ser un indicador de alarma, de emergencia, que nos llamara a la transformación, a la recuperación de los valores. La esencia humana, no puede olvidar, su papel comunitario. Los “posesivos” han absorbido mucho espacio al terreno de lo “colectivo”, que va siendo desplazado por la tendencia a homogeneizar de este sistema alienante y hedonista que busca los beneficios y ventajas personales. Querer superarse día a día, aportando lo mejor a cada actuación cotidiana, sin menospreciar a nadie, es un aditivo que falta. Si queremos hacer de este mundo, un lugar verdaderamente habitable, necesitamos reconquistar las aspiraciones más deseables. Y éstas, están en la dirección contraria de la que optamos la mayoría de la humanidad. Lo “comunitario” nos desubica de la celda que nos han impuesto. Nos provoca. Nos reta. Nos desequilibra, porque nos interpela. Nos exige que salgamos de nuestra propia zona de confort, es decir, que escalemos los muros de nuestro ombligo. Ser en “Común-Unión”, es ser “Quinto Elemento”…Un desafío apasionante.

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