En román paladino

Hace calor

Hace calor hasta para recordar aquella Andalucía que pudo ser, pero no fue. Al menos del todo.

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Cuando se ha descubierto recientemente que en Andalucía hace calor se ha empezado a elaborar en la Junta un plan para “mejorar las condiciones de habitabilidad de los edificios, aumentar su eficiencia energética y asegurar la calidad del ambiente interior durante todo el año”. Se ha dado permiso a los padres para que dejen de llevar los niños a las escuelas porque  las temperaturas  en algunas aulas llegaron a los 37 grados. Así que el Programa de Climatización Sostenible y Rehabilitación Energética es una especie de descubrimiento de que en Andalucía hace calor en verano y  frío  en invierno.  Los padres estaban tomando medidas unilaterales y la Junta ha preferido ponerse al frente de la manifestación de calor.

No menos calor hace en el Salón de Tapices del Real Alcazar de Sevilla cada vez que se organiza de junio a septiembre cualquier acto, protocolario o no. En esos meses también se descubrió hace ya 35 años que hacía mucho calor. Ayer se celebró el acto conmemorativo de esos treinticinco años de la constitución del Parlamento de Andalucía. La Junta entonces no era  casi nada, era una idea más que una realidad,  pero acumulaba una concentración de respaldo y de esperanza incalculable. Para muestra, un botón.  Lo habitual en aquellos  tiempos era recurrir a quienes tenían autoridad moral en Andalucía. Así que   cuando fue preciso y      llegó el  momento de animar,  política y socialmente, el referéndum  andaluz  echaban su mano y su palabra los intelectuales andaluces.

Luis Rosales, en un acto en la sede de la Junta de Andalucía, tomó la palabra delante de una excelente representación y después de Manolo González, catedrático de Historia Medieval, que insistió—en su línea de rigor de historiador avezado—en la no utilización de la Historia como arma arrojadiza. Rosales dio en el clavo: “Desde hace muchos años, los andaluces hemos sido los que mejor hemos sabido hablar, los que mejor hemos sabido callar, pero no siempre el silencio es una virtud y es mal interpretado. La situación más peculiar de Andalucía es la de desamparo y si no aprobamos el Estatuto seguiremos siempre igual”.

Hace calor hasta para recordar aquella Andalucía que pudo ser, pero no fue. Al menos del todo. Tampoco esta vez. Pero nunca es tarde para emprender el mejor camino. Sin callarse.

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