En román paladino

Emigrantes y refugiados

Ningún derecho puede ser absoluto porque tiene los límites lógicos de los derechos de los demás

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Los españoles hemos sido ambas cosas –emigrantes y refugiados- por miles y por millones durante siglos. Hemos sido también conquistadores, colonizadores y América es el mejor testimonio de  ello. Por motivos económicos,  Francia, Suiza y Alemania acogieron a miles de españoles que enviaron sabrosas transferencias a sus familias y sirvieron para equilibrar, con el turismo, la balanza de pagos del franquismo.  La política convulsa del siglo XIX y XX españoles llevó al exilio a miles de liberales, de republicanos, de socialistas, anarquistas, masones y comunistas hacia Gibraltar, Tánger, Inglaterra, Francia, Argentina,  Méjico y otros territorios para huir de la cárcel o del exterminio físico, sin más.
Estos antecedentes nos ponen frente al espejo de nuestras responsabilidades ante la actual coyuntura de la crisis humanitaria que afrontan millones de personas que vienen de zonas de guerra o de terrorismo. No se trata de emigración económica sino de peticiones de refugio de personas que huyen de un país con un Estado quebrado y  en manos de bandas sin control,  como es el caso de Libia, o en guerra civil  abierta como Siria.
Nunca se puede defender, con un mínimo de responsabilidad,  una política de puertas abiertas -de par en par-  para que entre en el interior de las fronteras de la Unión Europea todo aquel que quiera. Es absurdo pensar eso basándose en los derechos de las personas a la movilidad. Ningún derecho puede ser absoluto porque  tiene los límites lógicos de  los derechos de los demás. Pero no es eso lo que está en juego sino afrontar la mayor crisis humanitaria tras la Segunda Guerra Mundial.
Grecia e Italia han recogido ya –por tierra y mar- a más de 250.000 refugiados y Alemania podría llegar hasta los 800.000 y, con este panorama, España se ha estado negando a rajatabla a recibir más de 1300 hasta la reunión de Rajoy con Merkel, el día en que la canciller anunciaba que si la situación continuaba así se derogaría el tratado de Schengen, el instrumento por el que de verdad visualiza el ciudadano que pertenecemos a una verdadera Unión política y no un mero pacto económico, financiero o de carácter aduanero. Nuestros estudiantes de Erasmus son los que mejor lo saben. En esto ¡Ni un paso atrás!  

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