El trampantojo

Cuatro letras

Pero la novedad no ha sido el asesinato de los más débiles, sino que han tirado a dar con armas químicas prohibidas en la convención de “Chiquitistán”

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Cuerpos deformados, reanimaciones fatídicas, rostros desencajados y otras imágenes desgarradoras forman parte del menú insensible que nuestra sociedad se ha acostumbrado a compartir cuando se dispone a disfrutar del almuerzo o a hacer lo propio con el desayuno. Y es que ya no hay enfrentamiento capaz de conmovernos más allá de los apenas cinco minutos que pueda durar la noticia que nos extrae el sentimiento de culpabilidad o  nos hace compadecernos agradeciendo que el destino no haya tenido el capricho de elegirnos colocándonos en el punto de mira de la crueldad de la guerra. Con Siria llevamos seis años rebanando noticias como si fuese el pan nuestro de cada día, una guerra que más allá de cifras escalofriantes (según datos del periódico El País, entre 320.000 y 450.000 personas han muerto y otro 1,5 millones han resultado heridas, el 50% de las infraestructuras del país han sido destruidas y al menos cinco millones de sirios se han visto obligados a huir del país mientras que entre seis y ocho millones de ciudadanos han abandonado sus hogares) se está cebando especialmente con los niños aunque suene a tópico cuando se emplean términos bélicos. Esta vez la morgue se ha improvisado en la localidad de JanSheijun, en la provincial de Idlib, bajo control de fuerzas rebeldes, donde han fallecido 58 personas, entre ellos 11 niños. Pero la novedad no ha sido el asesinato de los más débiles, sino que han tirado a dar con armas químicas prohibidas en la convención de “Chiquitistán” y permítanme la licencia porque suena a chiste. Nos hace recordar a los gags de Gila “¿está el enemigo?” “tiren pero sin dar” Una guerra es una guerra indistintamente de las armas que se empleen, ¿o es que la sensación de culpa de los que llevan mirando para otro lugar tantos años trata de buscar algún motivo que justifique una intervención inminente porque esto se les ha ido de las manos? Y mientras seguiremos tragando lágrimas efímeras porque sabemos resignados que no serán los últimos en caer por la sinrazón de la locura de los que empuñan, pilotan o conducen un arma, un caza o un tanque. Acomodados en el sofá o en las faldas de una mesa donde no falte ni gloria, seguiremos maldiciendo las acciones de estos locos con un nudo en la garganta echándole un pulso al mal trago por la noticia y a la necesidad de alimentarnos. Nada ni nadie puede justificar la muerte del ser más inocente de la raza humana como son los niños, sólo los hijos de las cuatro letras en mayúsculas. Y es que no podemos olvidar que nos empeñamos en querer dejar un mundo mejor para nuestros hijos cuando lo mejor sería dejar mejores hijos para este mundo.

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