El pobrecito hablador

La vara de medir

La parcialidad, la injusticia y la mentira son los nuevos patrones de nuestro sistema de medida

Dicen que en París, guardada en los subterráneos de las oficinas de Pesos y Medidas, se guarda el patrón de lo que viene siendo un metro. De esta manera, sea quien sea el medidor y sea cual sea el objeto a medir, el resultado será el mismo. Pues no. Porque dependiendo del qué y del quién, la medida cambia. Porque la parcialidad, la injusticia y la mentira son los nuevos patrones de nuestro sistema de medida, tan asentados que los consideramos normales, y hasta los aplaudimos.

Sin esta consideración, no podría comprender como vemos con indulgencia la caricatura y el chiste sobre creencias que nos son ajenas, y nos rasgamos las vestiduras cuando se hacen sobre las propias, se celebran misas de desagravio pero no se condena al cura pederasta. No entiendo que todos los 8 de Marzo no falte ni uno solo de nuestros politiquillos de saldo a la cabeza de manifestaciones y actos públicos, tan feministas como abrazafarolas, y que luego esos mismos sean incapaces de mover un dedo para eliminar las brechas salariales, y defiendan a cualquier alcalde de tres al cuarto que se le calienta el pico y hace chistes más propios de cassette de gasolinera que de un cargo público.

Las neuronas no me alcanzan para comprender ese corporativismo mal entendido, que suelta cubos de heces delante de un ventilador, levantando acusaciones al más puro estilo de Gila, “alguien ha matado a alguien”, sin aportar un sólo dato, y cuando se hacen purgas en los medios o se practica un ERE de manera indiscriminada, den la callada por respuesta o, en el mejor de los casos, se pongan del lado del más fuerte.
No me llega la sesera para entender cómo se puede ir a la cárcel por un chiste sobre un dictador o por robar en un supermercado para darle de comer a tus hijos, mientras los que se lo han llevado calentito siguen disfrutando del aire, tan fresco como su comportamiento, o que se siga llamando caso aislado a una pandemia que hace de este país el estercolero de los cinco continentes. Pero bueno, lo mismo soy yo que le doy demasiadas vueltas a las cosas. Tengo que pensar menos. Así quizás me labre un futuro como tronista.

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