El ojo de la aguja

El pozo dulce

Lo cierto es que, aquella parte de pequeñas casitas, semejantes a la de cualquier pueblecito, perfectamente apiñadas, con un golpe de cal acumulada de años, al sol de cada mañana, se conocía por las del Pozo dulce, por arriba del antiguo Matadero

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Uno recuerda desde pequeño la presencia del Pozo dulce. Se encontraba al final de la avenida de Guatemala, pasada la última escalera del Barrio Obrero. Cuando comencé a identificarme con el lugar, tan solo quedaban restos exiguos del mismo. La verdad es que ya, con la cortedad de aquellos inolvidables años, empezó a surgir la curiosidad, y me preguntaba ¿qué era aquello de El pozo dulce, luego me corroboraron vecinos de la zona que se trataba de un pozo que contaba con un agua exquisita de la que se abastecían los vecinos.  
      Lo cierto es que, aquella parte de pequeñas casitas, semejantes a la de cualquier pueblecito, perfectamente apiñadas, con un golpe de cal acumulada de años, al sol de cada mañana, se conocía por las del Pozo dulce, por arriba del antiguo Matadero, y ya metidas en la Avenida de Guatemala, junto a la última escalera del Barrio Obrero, donde por sus barandales los chiquillos solíamos deslizarnos frente al bar Abanico. 
       Han  transcurrido muchos años, los árboles de pimienta que rodeaban de forma empalizada al Barrio Obrero permanecen hieráticos, bien conservados, por encima del paso de los tiempos. Toda esta parte del Barrio Obrero de Huelva pertenecía al conocido sector del Pozo dulce. Luego de muchos años de tener en el olvido esta hoy remozada parte de Huelva, guiado por la nostalgia he dirigido mis pasos hacia aquel lugar donde vi la luz por vez primera.
        Un cúmulo de recuerdos comienza a resurgir y su latido aflora en nuevas sensaciones   de manera continúa. Todo se vivifica y se pone delante de las pupilas con unos recuerdos que consuelan y afligen al mismo tiempo. La casa de don Francisco López Jara, maestro de escuela y flamencólogo por la cátedra de Jerez, republicano, que tras la guerra civil, se las vio y se las deseó para ejercer su profesión. El recuerdo de la infancia de sus hijas, Carmen Jara y Soledad, así como de su hermano Rafael. Aquellas tardes de su patio andaluz rodeado de geranios y pilastras, donde acompañadas por los vecinos, ambas hermanas comenzaron sus pasos por la canción, mucho antes de su marcha definitiva a Madrid, (en la actualidad, Carmen Jara, trabaja en Esradio, en la capital de España), y Soledad enviudó con Paco Gordillo, (exrepresentante del cantante Raphael).
       Toda esta serie de recuerdos me han venido hoy a la memoria en mi deambular sin tiempo por esta parte de nuestra Huelva. Una llovizna  suave y persistente  ha hecho acto de presencia, cae la tarde con cierta mansedumbre, inicio el regreso con una velada mirada de cenizas.

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