El Loco de la salina

¿Qué pasa en Panamá?

Con lo fácil que es abrir una cuenta aquí, se van al quinto pino ¿Darán allí una cacerola por cada mil euros que se ingresen?

Hasta ahora algunos políticos españoles robaban auténticas barbaridades, aparte de sus inmensos privilegios. Raro era el que no se llevaba una fortuna amparado por una frase lapidaria de sus confiados superiores: “Por este pongo yo la mano en el fuego”. Por eso el Hospital Virgen del Rocío no ha parado de atender gente con la mano quemada y algunas partes más blandas del cuerpo achicharradas. Los locos hemos perdido la cuenta de los millones que se han llevado, que se están llevando y, al paso que vamos, que se van a llevar entre unos y otros por la misma cara.

A estas alturas ya le tienen cogido el tranquillo al arte del todoparamí, de modo que prácticamente la mayoría se niega a robar por debajo de los diez millones de euros. Incluso robar menos de cien mil euros, aparte de verlo como mísera calderilla, lo consideran algo cutre y sin sentido. Encima estamos comprobando ahora que, cuando Montesquieu inventó aquello de los tres poderes independientes, se columpió. No calculó bien que España es diferente y que aquí íbamos a hacer con ellos encajes de bolillos. Y digo esto, porque ahora se da un paso más en dirección al precipicio.

Los jueces, que son un poder ¿independiente? nombrado por uno de los otros tres a su conveniencia, no han querido permanecer al margen de la suculenta movida y han aparecido también en este desenfrenado escenario. Los locos no decimos que los jueces roben, no vaya a ser que además de estar encerrados en el manicomio encima nos metan en la cárcel, sino que el ejemplo que dan es sublime, grandioso.

Con estos dos adjetivos no creo que me manden al trullo. Ellos han conseguido que no tengamos más remedio que acordarnos de Panamá ¡Qué palabra tan atractiva! ¡Panamá! Es palabra sonora de vocales abiertas a tope, como las puertas de sus bancos. Cada una de sus sílabas es un compendio de inteligencia y de engranaje. Esos políticos y jueces juegan estupendamente con ellas: no dejamos en España el dinero, porque es “paná”; hacemos lo que nos da la gana, porque “namá” que tenemos que abrir una cuenta allí y a vivir de lujo y solamente queremos la pasta “pa na más” que para salir de pobres.

Por cierto, yo no sé qué cosas tan extrañas pasan en Panamá, pero raro es el que no ha abierto una cuenta allí. Con lo fácil que es abrir una cuenta aquí, se van al quinto pino ¿Darán allí una cacerola por cada mil euros que se ingresen? ¿Darán una batería de cocina completa al que meta cien mil de golpe? ¿Darán un viaje al que mantenga allí la cuenta corriente? Un viaje no creo, aunque habría que dárselo a algunos. Por si faltaba poco, los que nos toman por imbéciles siempre hablan de que han recibido una herencia de un tío que parecía tener mucha salud, pero que de pronto dejó de comer, se puso muy enfermito y se echó a morir. ¿Qué le vamos a hacer? La gente en América también se muere.

Bueno, vamos a ver. ¿Aquí todo el mundo tiene un tío en América que después de palmar deja un fortunón en manos de algunos españolitos entre los que siempre están los mismos golfos de siempre? Yo he preguntado en el manicomio y, aunque todos los locos hemos soñado con una herencia de un tío americano y moribundo, nos hemos limitado solamente a soñar, pero nadie tiene allí un tío que tenga muchos posibles y que se le haya resfriado y mucho menos que se le haya muerto.

unque pensándolo bien, si España en el siglo XVI se trajo de América todo el oro que pudo y más, lo normal es que ahora lo llevemos allí para devolverles el favor a los indígenas. Y los que se llevan el dinero a Panamá son justificados y se siguen paseando tan tranquilos por la calle. Alucinante país.

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