Me voy a permitir dar mi opinión hoy sobre este asunto. Mi opinión digo, sin ser ateneísta, sino un mero observador de la actualidad desde lejos, muy lejos.
Que el Ateneo de Sevilla necesita una renovación es algo que salta a la vista, cuando observo cómo se está desarrollando la campaña electoral y que a mí me llega a través de los canales de información que más utilizo. De hecho, sólo sé del programa y de la composición de una de las candidaturas, la de Anselmo Valdés. De la que encabeza el actual presidente tengo pocas y templadas noticias, tan sólo lo aparecido en los medios de comunicación. Nada más.
El Ateneo -creo que ahí estamos todos de acuerdo- debe ser algo más que la entidad organizadora de la Cabalgata de Reyes Magos, que es por lo que la mayoría de los sevillanos lo conocen. La institución debiera convertirse en el motor dinamizador de la cultura de la ciudad. Existe un importante nicho que está vacío y no aprovechar las sinergias que la propia cultura brinda sería -o es- un craso error de concepto.
Podrán decirme desde dentro que no conozco el Ateneo y puede hasta que lleven razón. Pero lo cierto es que si a mí, ciudadano de a pie, no me llega esa información por ninguno de los canales que tengo a mi alcance, lo más probable es que siga pensando como pienso: que el Ateneo hace poco y lo poco que hace se queda circunscrito a sus socios y allegados. Eso no lo convierte en dinamizador de nada. Al igual que yo, sé que así piensa un amplio espectro de la sociedad sevillana. Pregunten, que se llevarán una sorpresa.
Entiendo un Ateneo innovador, acorde a los tiempos que corren, preocupado por lo que preocupe a la opinión pública, cercano a los jóvenes y las nuevas tecnologías, con miras siempre al futuro… aunque también conservador en otras materias y a la vez inexorablemente unido con las nuevas tendencias y vanguardias literarias, pictóricas, musicales, etc.
Olvídense, candidatos, del apego a los cargos, de querer ser “gente importante en la ciudad” porque eso no aporta nada y que gane las elecciones el que más pueda aportar con sus ideas; el que más capacidad de convocatoria tenga y llene con más regularidad la casona de la calle Orfila de personas con inquietudes; el que más nos abra los ojos; el que lleve la imaginación al poder; el que cambie la espada por la poesía; el que olvide, por fin, los sueños en escala de grises.
En suma, el que sea capaz de crear un Ateneo donde, por encima de todo, se hable y se escuche; se aprenda y se enseñe. Nada más.
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