Es difícil

Es imprevisible el humor de los hombres y casi de él solo aprovecha el declarar o condenar, así de trágico.

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Nunca es fácil juzgar el momento en que se vive, pero debemos tender a descifrarlo en lo posible. La vida está aquí, ni un segundo para atrás ni hacia adelante; salirse del momento es soñar, que es renuncia de la realidad y pisar en el vacío. La vida es compleja y ha de ser muy denso un segundo de ella. Yo no echo nada en cara y valoro lo que ha quedado claro en las filas de Podemos, por ejemplo; nada queda igual después que han pasado ellos. Todo anda puesto ya en cuarentena, especialmente la corrupción y el relevo de los dos grandes en pura alternancia de poder sin miramientos. Pactos y uniones, discusión y acuerdo, democracia; no es tan fácil en un país desmelenado como el nuestro en que cada cual va a lo suyo y forzamos el ‘y Dios con todos’, pero no pasa de ser un decir tras retorcer circunstancias. Ahora se nos  pide olvidar de una vez, que es la forma corrupta de borrar. 

Por ahora es deseable, pero no posible, un consenso universal. Es necesario aprender primero a valorar lo acordado y perseguir de la racionalidad como civilizada. Escuchar mitad de tiempo y callar el doble y casi todo acaba cumplido; tendríamos que aprender a oírnos pacientes y a pensar sobre lo oído como manda la razón, o sea diálogo. Y que sus piezas son compatibles con las nuestras y así del total cabe un todo armónico y deseable, que puede ser solución de este gran rompecabezas que forma lo humano; toda la lógica del universo se quebró y anda partida en trozos, que se buscan entre sí en un caos desolado. En la guerra de Troya ya se intentó y quedó escrito, así como en otras anteriores, que no se sabe, y las posteriores que sí, y están ahí mismo. Todo pleito enseña el lado oscuro y no hay manera; algo habrá que idear que fije lo aprendido y lo haga rentable y entretanto, la esperanza.

Pero es verdad, es difícil casar pasado para orientar futuro, y menos inventarlo y que sirva de lección, como otros ‘Cuentos de la Alhambra’ en el sueño de la biblioteca. No hemos logrado una bondad estable que se invoque y responda. Es imprevisible el humor de los hombres y casi de él solo aprovecha el declarar o condenar, así de trágico. Y sólo de eso, que sea el futuro y aparezca un horizonte de luz o tinieblas que condicione la calidad de las acciones: se necesita al hombre para juzgarlo y sin sentencia no lo hay, porque es al final tan solo comportamiento. Así que el norte de esta vida son las obras y ellas determinan en puro dinamismo. Y parece que lo natural es lo constructivo y no si disuelve; si une es para la vida y si disocia es muerte. Pero son criterios demasiado subjetivos, es cierto.

Estamos, pues, en el divagatorio del vivir, sobre todo de adivinar el mañana sin tener sino las apariencias del hoy. ¿Cómo entenderse? Vencer la disparidad y acordar una armonía entre los hombres es la gran dificultad y lo nunca conseguido. Y nos empeñamos en una decepción sin remedio; sólo son minorías poco estables y vuelta a lo mismo. Soportamos así una memoria dolorida por insatisfecha, por deseo incumplido, de frustración. ‘Separatidad’ fue la palabra creada por Erich Fromm para señalar una teoría del desamor que explique la angustia que portamos separados.  Le chocó el miedo a ser libres que llevan los humanos y se esconde en las arrugas del ego tratando de disimular la cortedad; libertad que ha tenido mil vertidos en religiones y teorías empeñadas en ofrecer estabilidad. La historia del hombre es la del miedo, que ha marcado siempre su horizonte, pero no ha logrado su necesaria afinidad. Sin duda es difícil y forma una característica paradoja que siempre ha hecho pensar. Estamos unidos por la necesidad y ella misma nos divide por caminos que llevan a una autonomía díscola.

Stierlin, gran sociólogo, ha llegado a formular el principio de individuación a pulso con la relacionalidad y en equilibrio interesante.  Todo se presenta atrayente y pleno, de una expectativa como solo el hombre y su futuro lo consiguen; pero de una imprecisión como ninguna en su sorpresa, mezcla de ilusión y angustia y retorcida como yedra ancestral al tronco humano que mantendrá su secreto hasta el final. Es difícil el pronóstico y no se ven caminos de solución. Los astros toman protagonismo en su lejanía y ocurre lo de siempre: quizás más cerca pero no se ve desde nuestra humanidad, no podemos adivinar ni el final. Qué torpe el hombre y su torpeza qué dolor: no llega sosiego y el cansino es infinito.  Alexandra murió y calla.  Nada es lógico. ¿Fluye tiempo? ¿O es agua de sumidero? Las aguas para caer se dan la mano; si no ves por dónde voy, vuelve a leer, cuantas veces creas o quieras. ¿No es extraña tal profusión en esta vida? Más lo es habilitar un idioma inteligente para estos cuatro días.

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