Dios dirá

Poner a Dios en la milicia despierta recelos y remueve instintos bajos que son peligrosos.

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Algunos viven con la confianza puesta en Dios y otros todavía no han experimentado tal seguridad sino de oídas. No tratamos de analizar posturas, que seguramente son experiencias, favorables o no, y que no nos dejarían ser objetivos. Se trata de un tema personal e intransferible de libertad desde un plano de sencillez, sin alardes ni recelos; la creencia es muy respetable, así como el contrario, y no debe forzarse con imposiciones.  San Agustín es un gran experto en el tema y seguramente su lectura hará bien a quien lo intente. Inquieto está mi corazón hasta que descanse en Ti, escribió el africano.

Éste es un tema candente hoy por parte de grupos que remueven historias pasadas y convierten en agresivas algunas religiones que no deben serlo. Poner a Dios en la milicia despierta recelos y remueve instintos bajos que son peligrosos. A Lepanto no hay que llegar y cada conversión ha de hacerse en el interior a solas con nosotros mismos y en disposición de sinceridad profunda. Es muy fácil dejarse llevar de tendencias y sentimientos contrapuestos, que no llevan a buen puerto sino a convulsiones sociales que se pueden lamentar durante siglos. Atravesamos una época en que se confunde lo serio y el rencor y se reduce todo a monocorde. La vida, al contrario, es plural y varia y se evoluciona dentro del acierto y error, hasta acoplarse y avanzar, y todo viene a ser medida dentro de un sentido. Hasta tal punto que algunos científicos nos llaman la atención advirtiendo que lo razonable entra dentro de lo razonado y que todo se conjunta mejor que parece en un momento de acuerdo. En lo natural, se entiende.

No tengamos demasiada preocupación y vivamos en armonía con la moderación y el buen tono y acabaremos en el sitio. Es cuestión de buscar el talante natural y huyendo de la discordancia. No es una normativa la que doy demasiado racional y al tiempo lo es, porque hay un ritmo si somos ordenados, que nos lleva al corazón del mundo, que es el de los creyentes y de los no creídos, si se me entiende. Nunca me dejé llevar del crédulo ni del petulante, ambos a dos me desconcertaban y me hacían caminar a las orillas del peligro. Razonemos, pues, como es conveniente y esperemos como es razonable y la misma vida nos conducirá libres de trabas. Esta realidad no la ha montado ningún desalmado llenándola de trampas que nos atrapen por los pies y menos, que se vuelva contra los semejantes. España fue ejemplo de convivencia de las tres religiones y aquella sociedad estaba preñada de promesas, no lo olvidemos. Desenmascarar a los insensatos es tarea que se debió emprender hace siglos y hubiéramos ganado todos.

El ‘Dios dirá’ de mi tierra quiere decir “no te preocupes demasiado”; tan sólo vive sin prestar mucha atención a lo secundario y teniendo en cuenta que lo principal es el semejante. Hay mucha reserva en bruto en ciertas sociedades que con la nuestra pueden salir a la orilla y ser un gran alivio al futuro del hombre. El humanismo es el principal sistema que se nos propone en el horizonte. Con él está garantizado que haremos un mundo mejor para este hombre que en apariencia solo sabe multiplicarse, al menos en su mayoría. Y hablar del culo. Ahora que lo digo, en este país la escuela no es capaz de contrarrestar el daño que ocasiona la tertulia sostenida de mayores con los niños de testigos. El mal gusto es nuestro mal principal: desde blasfemias al culo, como digo. Muchos disfrazan su ‘machotería’ en el taco y nuestras mujeres los imitan por momentos. Eso sí me da miedo. Pocas cosas importantes se pueden hacer en el mal gusto.  El bien común naufraga en el taco nauseabundo, ¿o no? Y en las creencias rígidas que han perdido sus poderes en mala tierra; hay un demonio en el hombre que se encrespa cuando se recibe a Dios y se revuelve con ira al verse desplazado. No hay peligro mayor que un hombre engreído de Dios. Mansos de corazón nos quiere el Cielo, no lo olvidemos, para amar.

Nuestro dogma lo explica con el pecado original, que nos dejó débiles ante el mal. La opinión moderna nos lleva al evolucionismo, tanto da; lo que no es admisible es el odio que lleva a la destrucción sin acuerdo. Lo irracional no puede venir de Dios y sólo en su nombre se puede administrar justicia. La confianza se impone como principal virtud y ella será nuestro sostén en este mundo: Él verá qué hace con nosotros y seguro que no nos defrauda. Confiemos en las tres y toleremos dando ejemplo de conducta, es el único camino. La soberbia nos puede perder y en ella nunca encontraremos puerto; al contrario, con la prepotencia nuestro rumbo se aparta de Él y perdemos al hombre. ¿Y a dónde iremos solos si nos pasa como a las cerezas, que al tirar de una salen todas? Si preside la mansedumbre, tenemos que coincidir.

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