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Nos sigue un cortejo de halagadores que nunca son buena compañía y de palmeros que buscan acomodo

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Sólo con despertar abandonamos un sueño para tomar la vereda de cualquier otro. Siempre esta vida es un sueño, ya lo dijo el clásico, y así sigue todo. Y los sueños son sueños, que es redondear el verso con la maestría de Calderón.  No es época ésta en que inste la necesidad espiritual, más bien nos invade un pragmatismo que se impone y adocena: las bolas del billar son el modelo y el ir buscando las bandas es lo fácil para el atolondrado. Encontrar que todo encaja es suficiente y no hay que profundizar más de la cuenta. Según el sueño así el empeño, decía alguien que me lo dejó heredado en tiempos acertados. Siempre veo a cada hombre con su pulga en el lomo, como el perro que la trasporta sin propósito mayor ni mejor intento. Esta es una visión pesimista para días nublados, pero útil y morbosa en su momento.

Siempre una ilusión ocupa nuestro norte, con mayor o menor contento, que dependerá, si involuntaria, de la esperanza y, si continuada o buscada, del sino con que viene marcada.  Algunos transforman la vida en caja de sorpresas y todo es abrir los lazos de la cinta, o, por el contrario, si rezuman amargo las puntillas. En este precaver debe fijarse el cartel contra la gran simplonería que supone ser crédulo en exceso, que en el vivir puñetero o te pasas o no llegas, como en las ruletas con truco. Estamos contra espalda del ridículo y del genio, del acierto o el desengaño, de todos los contras con que somos perseguidos en jauría. La del hombre es una vida abocada a muchos ridículos y menos mal que sólo uno es posible cada vez y es más fácil ocultarlo con el sueño. Y es que la razón acumula toda la malicia a que aspira el ‘sapiens’ y de contra, puede juntar lo opuesto y resultar un pastiche sin equilibrio que no aspira a persistir. Por eso los moralistas suelen ser fríos en los juicios y ciertos pintores componen fondos de amaneceres alegres, porque pueden hacer juego en el atardecido del cuadro.     

Los que se pasan de crudos tachan esto que digo de pesimismo y al contrario los angelicales, pero ni unos ni otros: el hombre es el hombre y nada más y es un sí es no es que nunca llega. Como si no abandonase el nihilismo, temeroso de nunca alcanzar el secreto de la orilla; no se ha dado un apologeta serio que razone en el fondo del hombre o bucee en sus posibilidades. Jano era el dios romano de las dos caras mirando a lo que viene y lo que va. Todo está al albur, como en una consulta de vidente, pero no por influencias de nadie sino de solas las leyes físicas. Los que fingen insultan y siempre han existido, que ni ellos se aclaran con el sortilegio. Por eso cae ese entretenimiento en malas manos con facilidad, o dura necesidad, lo cual exime de castigo. Había una vez un cantamañanas que me pronosticó tanto y tan sin tino en su duermevela, que tuve que abrir el diccionario de sueños y dar solución a su programa. Por muchos tontos que llamen, nunca se admite en buena ética el engaño ni es admisible una ilusión mal basada en alternativas.

El dios del volcán que arrasa de cuando en cuando y trae destrucción a ese paraje exótico, hace fecunda la lava con el tiempo y verde acogedor el cráter que se vuelve suave y amistoso.  Pero no hay que confiarse todavía, que el afán se convierte en primario y el final en el peor principio. Si me dicen que lo verde es el fuego de antaño, me costará, pero es cierto, no tienes más que verlo, que una lengua de lava se ha hecho vegetal con el tiempo y la tierra es una madre acogedora de fertilidad inapropiada. El sufrimiento hasta a la negra lava le cambia la naturaleza, es buena lección de humanismo trascendente.  La tierra es persistente y no se hace la floja como una maleducada, sino un modelo contra el capricho que siempre anda al acecho. No se deje volar lo diario sin estimarlo. Y, sobre todo, no se desquicien los hechos: tomad todo como viene y con calma aplicad la prudencia y el conocimiento sin sobrevolar lo que no puedes conocer. Esto tan solo es suficiente y el engaño es insulto, ya digo.

No hay modelos habiéndolos ni soluciones, aunque las toques. Sólo puedes estar ‘a tino’ con la humildad, la sencillez y la intención recta de compañeras; ellas garantizan el fin y los medios y nos encumbran en lo que cabe dentro de la cortedad. Nos sigue un cortejo de halagadores que nunca son buena compañía y de palmeros que buscan acomodo. Dura poco y sería prudente el aguantar como lo es la conformidad meditada. Algunos se impacientan y no se compra la paz de Túsculo con oro del imperio: Cicerón llegó a ella como cabe, viviendo y soportando en sus propias haldas el trasiego. Y nos dice ¡ánimo! con conocimiento.  Porque hay razones. No estamos tan solitarios. Consuela no poco esta tertulia romana antes de C., puente entre las cercanas y las antiguas sapiencias.  Nos igualan épocas el raciocinio y la curiosidad.       

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