En libertad

El deseo sin control cada día exige un grado más hasta la esclavitud de los sentidos, el que no enfrenta esto está desnudo en la noche moderna

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Vivimos con un sueño de libertad. Algo parecido ocurre con ser felices, que se empaña como las lunas del coche con nuestro propio aliento. Todo es espontáneo en lo natural y, fuera de esto, todo es amañado. Y la libertad no puede ser fruto de un concierto humano sino que surge como un girasol de la luz y los horizontes. La democracia es un campo de girasoles en que  cada cual está libremente orientado, racional y emocionalmente orientado, con los demás. Es así que se hace imprescindible una preparación y un ensayo, disposición individual, que llamamos sistema educativo. Sin él, nada es digno de llamarse democrático.

 

Acabo de impresionarme con la cara de un niño sordo oyendo por primera vez la voz de su madre. Las experiencias vitales hacen al hombre a través de la madre, servida de cerca por el padre, y ambos por la escuela. Este es el esquema forjador de la sociedad y nadie debe entrar en él si no es para sostenerlo. Los políticos están para proteger que se cumpla este proceso en  respeto con él y en una ofrenda gloriosa de servicio voluntario. Esta es la entraña de la convivencia, sencilla y deseable, que se resuelve en un intento continuado de perfección ayudando a los demás.

 

¿Es ésta la democracia que se contempla a nuestro alrededor? En general la madre está sola. Los políticos intentan absorber poder que no corresponde, el padre a veces deserta de sus funciones y la escuela desenfoca su misión abandonando a la madre en esta sociedad hedonista y vulgar. Es la gran traicionada y en ella sus hijos y en ambos, la esperanza de una libertad que no se logra por otro sendero. Los machistas no estarán de acuerdo ni otros que defienden derechos fuera de lo que es la espontaneidad familiar. No estamos faltos de bondad, más parece de inteligencia o información que se dice ahora, y conviene una reflexión sostenida.

 

Es cuestión por tanto de andarse con cuidado en la votación y sobre todo en la sociedad consumista. Tomar lo bueno de la oferta social y desechar lo no deseable es el gran reto del momento en occidente. Nunca como ahora la moderación en familia, el buen tono, el ejemplo y no el sermón, el respeto al desarrollo del pensamiento adolescente. No es tan difícil si se tiene controlado el propio ego. No se educa el hijo sino en relación con el grupo social y subir las miras familiares es el único camino de elevar la calidad del colectivo. No existe libertad en la bajeza moral.

 

El deseo sin control cada día exige un grado más hasta la esclavitud de los sentidos, el que no enfrenta esto está desnudo en la noche moderna. Son los que renuncian a la vida racional y este descontrol es una forma de purgarse la sociedad de los más débiles, pero lo peor es la soledad en la que acaban, que la felicidad está integrada en el colectivo. Es un espectáculo que nos  impresiona ver a moralistas predicando desentendidos de la organización social con obsesión de hacer un funesto paralelo de sus actividades. Nada de lo que divida es bueno y sí todo lo que una al hombre y le insufle ilusión por la vida. Porque lo peor que tiene la libertad es que hay que defenderla cada día hasta el final y la sal que la conserva es una mentalidad ágil y una voluntad dispuesta a sortear obstáculos. Todo se suple fácilmente con espíritu de ayuda al compañero en el camino. Nos pasará como a aquel médico que respondía a la pregunta de ¿no te cansas? No tengo tiempo de pensarlo, contestó. Sucedía en una peste declarada en que la muerte era la única dueña de las vidas en aquel grupo. Y era verdadera respuesta, la más oportuna y digna por humana. Espontánea. Y en libertad.

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