Los poetas

Andalucía siempre defendió a la rosa contra aquél sin renunciar como se ve al reventón milagro del clavel sobre la cabeza de la mujer.

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Los poetas han tenido siempre en este país una cualificación social derivada quizás de las cortes árabes en las que eran agasajados. A cambio dedicaban su ingenio a tertulias con el señor del palacio en disputaciones  cultas y recitaciones poéticas. En la noche, con la luna andalusí y el jardín árabe lleno de aromas, las tertulias alargaban su bonanza. A Andalucía le ha quedado un repleto muestrario de estos usos porque conserva lo principal, las noches bien llamadas morunas.

 

Se hizo famosa en estos tiempos la polémica de si la rosa o el clavel puestos en rivalidad Damasco y Córdoba. Andalucía siempre defendió a la rosa contra aquél  sin renunciar como se ve al reventón milagro del clavel sobre la cabeza de la mujer. Hoy la poesía no está de moda. No cabe en este mundo de compromiso laboral en que nos atan a la rueda de la producción para crear riqueza y al mismo tempo asegurarse de la tranquilidad en el ocio. ¿Para qué tantas cosas y tal pobreza en el ser?  Han caído en desuso los juegos florales con su reina de fiestas que entregaba la flor natural. Todo lo han cambiado los usos nuevos,  pero no es como para caer en un lamento añorante porque toda época tiene su aquel y no se repite ya nunca. Permanece la vida y hay que vivirla.

 

Los que lamentan la renovación es que se han hecho viejos y no saben disimularlo. Es curioso: a los tiempos acelerados de hoy oponemos conservadurismo que no es más que un efecto artificioso de inercia. No, no vuelve el reloj a marcar la misma hora, como el río del filósofo no vuelve a llevar la misma agua. O metemos los pies en el momento fugaz o lo hemos perdido para siempre. Tiene la ventaja, y puede que esté hecho para eso, de que no nos apegamos a nada, todo es vano, nada es consistente. Lo único es que esta vida a los que venimos de atrás nos aparece vacía y un tanto insulsa. Pero los que no han conocido otra, oye, la encuentran tan normal y no piensan tantas tristezas. Deberíamos desterrar de nuestro vocabulario la palabra intranscendente y no usarla delante de los que acaban de subir al tren, lo contrario es mala idea.

 

Después de todo, ¿qué quiere decir trascendente? ¿Acaso es una cosa buena? Seguramente no sabríais decir por qué ni lo contrario. Siempre se ha dicho que vivir consiste en el momento y no andar con la mente en el pasado porque tras ella se nos marcha el corazón y eso no es vida; s in corazón ¿qué haremos? Sin embargo los que venimos desde lejos tenemos otras necesidades y una tendencia a lo fatídico. Ayer por ejemplo oía una grabación de alguien de 59 años que llamaba a la radio diciendo que no tenía trabajo y que estaba sin esperanza. Llorabas con él. En este mundo de hoy se encaja esa situación bastante mal y nos quedamos como sin saber para dónde. Porque lo tenemos todo solucionado por una máquina social y no estamos advertidos de lo que acontece  fuera. Hay cuatro millones de parados, son unos pocos, y otros muchos con sueldo seguro, y otros con sueldo muy sobrado, que habría para todos. Es un problema que por lo visto no tiene solución en esta sociedad tan avanzada. Ni se hacen concursos para premiar las posibles soluciones. Yo ayer reaccioné escribiendo sobre el almendro. Había uno cubierto de flores blancas bajando al mar y me dediqué a cantar su hermosura. Pero no he podido olvidar al radioyente. No, la poesía no lo arregla todo. Los poetas de antes es que sólo miraban el recinto del jardín palaciego. Y pasaban del resto.

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