La pareja

El poder es nuestro pecado, resaltar de entre todos, sobresalir es nuestro sueño.

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El hombre está hecho para vivir en pareja. Dicen los expertos que junto a una mujer el hombre llega a vivir por término medio seis años más de los que hubiera alcanzado en solitario. Una mujer sin embargo solamente tres, la mitad, de donde se deduce que es más fuerte para afrontar la vida y echarle coraje a su maternidad. Son cosas que no son fruslerías sino que tienen su trastienda y nos ayudan a organizar la convivencia.

Otra cosa es el matrimonio, registrado así en el derecho civil y canónico, con sus derechos y cargas anejas a su estado. Es como a la pareja que le han abierto una ventana y se asoman a curiosear su intimidad los ministriles del derecho y de la creencia. Si es civil, todavía peor, que se ha asomado el alcalde o su representante por el mero hecho de haber sido votado por el grupo. El alcalde tiene muchas facetas administrativas y puede representar en un momento determinado al ministerio de sanidad como al de estadística o al capitán general de la región militar por la persona del jefe de zona de la reserva. O sea, a ninguno, porque todos ellos le adjudican misiones de chico de los recados más o menos pero dentro de cierta dignidad administrativa.

Yo de mis tiempos de concejal conservo la capacidad de reír cuando oigo a cierto humorista con lo del concejal de Cuenca, que no quiero repetir por si la ley de la propiedad intelectual se me echa encima. No, no nombro a nadie, ni siquiera a cierto colectivo que han considerado un triunfo llamar matrimonio a su unión con la pareja. Pues nada, yo no tengo inconveniente en que nos cojáis el nombre, como si lo hubierais dicho antes, a mí no me quita ni pone. Sólo que no es lo mismo, os advierto, esa ventaja que decía al principio de la duración de la vida que no es moco de pavo. Vosotros me diréis si os cuentan los seis o los tres años, que yo no me aclaro. Aunque lo que importa es quererse, ya lo dice el dicho, y lo demás es secundario. Y eso nada tiene que ver con los funcionarios sino con el corazón y el sentido común de los contrayentes.

Tener hijos es lo que se ha puesto complicado con los códigos de libertades al uso y las dificultades de los adolescentes en una sociedad compleja. Es posible que llevéis ventajas los padres de papeles sobre los naturales; el vínculo natural da angustia ante lo diverso que no se lleva bien por los adolescentes y ya incluyen suficiente tensión con desenvolverse ellos. Puede ser, que por lo demás yo no encuentro esas consecuencias que ven algunos tan funestas y dañinas. Un niño lleva dentro un programa de vida que sólo requiere acompañarlo. De todas formas se me ocurren más bien antojos del momento este juego de maridos.

Lo que sí es cierto es que la familia está en cuarentena en el sentido que cada cual es libre y se puede optar por lo variado. Pero no hay nada perverso si no es para los que están siempre pendientes de entrar al dominio de las voluntades. Los viejos no creemos ya en la bondad y sí en la necesidad de poder que impregna la naturaleza humana. Hacemos el bien para imponer e inventamos mitos y creencias por esa tendencia a dominar voluntades que nos hace como dioses. Esa fue la tentación del inicio con la serpiente,"serás como Dios", y a ella sucumbió Adán sin remedio. Y las riquezas, materiales y espirituales, nos llevan al dominio de los demás.

El poder es nuestro pecado, resaltar de entre todos, sobresalir es nuestro sueño. Que nos admiren o nos teman si es preciso. Solos somos poca cosa.

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