Editorial Sevilla

Doñana tras el incendio

Tras el fuego hay que abrir un debate sobre la situación de Doñana y, sobre todo, de su entorno, en el que la Administración hace la vista gorda.

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La sociedad debe un reconocimiento  a los efectivos del Plan Infoca, Unidad Militar de Emergencias, Protección Civil y cuantos con su denodado esfuerzo durante tres días  han logrado la extinción del pavoroso incendio, agravado por el efecto de las fuertes y cambiantes rachas de viento, que se desató en Moguer y que ha sido frenado sin que se hayan producido daños personales ni penetrara en el Parque Nacional de Doñana, si bien las pérdidas económicas han sido cuantiosas en cámping y otras infraestructuras turísticas y viviendas particulares, así como las ecológicas en el Parque Natural. Asimismo, hay que felicitarse por la coordinación entre  administraciones y por el comportamiento cívico y solidario de vecinos y turistas, que tuvieron muy presente el recuerdo de la reciente tragedia en Portugal.

El incendio nos obliga a abrir un debate sobre la situación de Doñana, porque de nada sirve preconizar un blindaje aún mayor de este paraíso, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, sin que antes se resuelvan los graves conflictos generados por la actividad humana en su corona forestal y la alarmante desecación del acuífero. Hasta ahora las Administraciones han hecho demasiado la vista gorda sobre el polvorín que rodea a Doñana. Este incendio ha demostrado que cualquier chispa o cualquier pirómano con fines inconfesables puede colocar en riesgo de destrucción la joya ecológica de Andalucía.

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