El delegado de Hábitat Urbano, Antonio Muñoz, ha invitado a los sevillanos a participar en el debate sobre el futuro del turismo en la ciudad, que abre con motivo de la “Sevilla Tourism Week”. Anglicismos incorrectos aparte (que también deberían ser objeto de escrutinio), Muñoz ha dicho que necesitamos saber cuál es la carga asumible de turismo para los ciudadanos y que hay que evitar masificaciones como las que ya sufren Venecia y Barcelona y que están provocando el rechazo, y hasta la hostilidad, de los nativos a los visitantes.
Nos parece un acierto la apertura de esta reflexión colectiva y que se articule en torno a la idea de cuál es la carga máxima de turistas asumibles por la ciudad y, sobre todo, por el Casco Histórico, para no caer en el error de confundir la parte con el todo.
El Ayuntamiento ha de ser el primero en analizar las consecuencias de sus decisiones sobre el movimiento turístico. Afortunadamente, ya ha empezado a corregir situaciones heredadas de anteriores etapas, como el excesivo número de veladores en el principal eje turístico de la ciudad.
No ha reparado, sin embargo, en la afección que puede suponer el “traslado” del museo Bellver desde el parque de María Luisa al Centro o el proyecto de alterar el interior del Alcázar para dar cabida a los turistas pese al numerus clausus existente. Asimismo, cada vez que Urbanismo permite la transformación de casas solariegas en “hoteles con encanto” o la de viviendas particulares en pisos para turistas está contribuyendo a conformar un modelo con el que se corre el riesgo de acabar entre todos matando la gallina de los huevos de oro.
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