¿Un banco público?

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 a banca, tanto pública como privada,  ha sido  un actor clave para la economía  y el desarrollo de cualquier país.  Sin embargo, los recientes  acontecimientos  en torno a los sistemas financieros  de casi todos los países más importantes del mundo, entre ellos el nuestro, han evidenciado la tremenda dificultad que supone gestionar las   entidades en momentos coyunturales como los actuales, cuando el tsunami financiero amenazó con arrasar muchos grandes bancos,   el margen de intermediación se ha estrechado  enormemente, la regulación de la autoridad monetaria es cada vez más necesaria y  exigente y los niveles de impagados rozan cotas casi inasumibles.  De hecho  nos podemos olvidar los fabulosos montantes de ayudas que, bien con recursos estatales y/o, incluso, fondos de otros  socios, como en nuestro caso,  han sido destinados por los gobiernos de todos esos países   para apagar el fuego  que esa crisis financiera amenazó con fulminar  los sistemas bancarios más importantes del mundo.


Por otra parte, también hemos tenido sobradas muestras de los resultados de una inadecuada gestión  en las entidades financieras,  para muestra recuérdense los  cosechados  en las cajas de ahorros españolas cuando estas entidades fueron colonizadas  por el desembarco de la clase política en los consejos de administración  de las mismas   provocando  la situación de quiebra de algunas entidades y el posterior  redimensionamiento total del  sistema financiero español.


Sin embargo, a pesar de estas consideraciones , desde diversas instancias políticas de nuestro país se sigue alimentando el debate, en el fondo más ideológico que pragmático, sobre la necesidad de crear un banco público,  en torno a la nacionalizada  Bankia,  con la intención, bajo la pátina de facilitar financiación  a las pymes , los autónomos y propiciar la internacionalización de las empresas,  de   ser utilizado  como instrumento de política económica y de apoyo de   los  programas populistas  de esas formaciones que lo propugnan.    De otro lado, esa  función específica  que señalan en torno al respaldo financiero de las pymes  impulsada desde  un banco público,  en mi criterio, parece un tanto  innecesaria actualmente   ya que si de lo que se trata es de apoyar a ése segmento  concreto para obtener financiación más fácil y barata esas funciones ya las desarrolla el ICO y, por otra parte,   porque  últimamente  la banca comercial de nuestro país está dirigiendo sus estrategias comerciales preferentemente  a  este sector del mercado.


En cualquier caso,  aunque el  debate abierto adolece, por el momento, de información más amplia sobre aspectos fundamentales de toda índole y  diferencias   operativas con respecto a la banca comercial privada, sin duda, existiría  el riesgo de utilizar el mismo para subvertir  la finalidad de sus objetivos en beneficio de intereses partidistas, lo que,  sin duda, conduciría a    convertirse en otro sumidero de fondos públicos.

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