Después de insistir, tengo que estar agradecido al Padre Pedro Enrique García Díaz por haber podido hablar con él. Sé que hay decenas de isleños llamándolo y no coge el teléfono, ni contesta mensajes. Por una sencilla razón: necesita descansar.
He pasado días malos, como muchos de ustedes, pues duarnte 3 años y medio el Padre Pedro ha derramado cariño, solidaridad, ejemplos y sobre todo ha sido un polo de atracción importantísimo para jóvenes y hasta ancianas.
El Padre Pedro me destacaba la necesidad de descansar. Además de la iglesia Mayor, era capellán de la Residencia de San José, del colegio de la Compañía de María y alternaba la labor en el tanatorio con el Padre Bernard Mucipayi. Esta situación no es fácil. La imagen de ver a ancianos que se van muriendo y el padecimiento de familias en ese difícil trance, hace mella también en los sacerdotes. Y el Padre Pedro, a pesar de posibilitar palabras que nunca había oído tras una misa de córpore in sepulto, como “el cura me ha confortado. Es buenísimo”.
La Iglesia no puede permitirse perder un sacerdote como el Padre Pedro. El obispo debe ser misericordioso con los fieles de San Fernando y permitir que el Padre Pedro siga en La Isla, aunque en cualquier otra parroquia.
Es cierto, que problemas familiares han llevado al Padre Pedro a descansar y está a la espera de un descanso dentro de la vida monástica por unos meses. El tiempo necesario para salir de la situación de ansiedad y meditar.
A lo largo de esta semana me he visto sorprendido por las cientos de personas que me han preguntado por el Padre Pedro, los que han mostrado preocupación por su pérdida. Se verían sorprendidos si dijera que muchos de los que iban a sus misas de la iglesia Mayor eran de otras parroquias. Sólo pido al obispo, a que no pierda esta joya que nos brinda a San Fernando.
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