La décima parte de cincuenta años, es decir, sólo cinco, son los que he tenido la suerte de vivir como docente en un pequeño colegio de infantil y primaria junto a la desembocadura del Guadalete, con la brisa de la Puntilla asomando cada mañana por nuestro patio.
En cinco años, he vivido situaciones de todo tipo y he conocido alumnos, padres y compañeros diferentes que me han ayudado a crecer y madurar como profesor y sobre todo, como persona.
En cinco años, he disfrutado de un centro vivo, dinámico, innovador, inquieto, curioso,… En definitiva: un colegio feliz.
Las circunstancias hicieron que este pequeño y ya bien asentado edificio que culmina la calle Aurora, se haya ido alejando de las zonas residenciales a la vez que ha ido atrayendo a tanto alumnado como nunca había tenido en su historia. Pero no nos engañemos, las circunstancias, como casi siempre, tienen nombre y apellidos: María Isabel Gutiérrez De Alba, o lo que es lo mismo, Maribel.
Cincuenta años han dado para que muchos directores hayan dejado su impronta en cada antiguo alumno y en cada rincón de cada aula y, ella, como directora de sus últimos años, en su incansable lucha y trabajo diario, ha logrado hacer del Colegio La Playa (nunca me gustó esta denominación), un colegio que busca su futuro de forma ilusionada, freca y sin complejos, apoyándose en la base fundamental de los años de historia que el pasado le legó.
La décima parte de cincuenta años saludando al río Guadalete, al sol, al frío, al calor, y al viento; aprendiendo de un claustro entregado y comprometido; colaborando con unas familias cercanas y colaboradoras; aprendiendo de Maribel y lo que es más importante: con Maribel.
Siempre, junto al mar. Gracias.
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