Costaleros contra cargadores

Valga de inicio que intentar discutir sobre la importancia o no de las cuadrillas de hermanos costaleros sería como intentar retroceder 40 años en el tiempo, es decir, un retraso.

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Los tiempos avanzan y el destino,  a veces caprichoso, quiso que los cofrades que por entonces se preocupan únicamente por completar los huecos de los tramos nazarenos o de airear un incensario sino superabas la veintena de edad fueran tomando el testigo de aquellos hombres, asalariados todos, que cargaban con los pesados pasos de nuestra Semana Santa.
Visto lo visto en los días que vivimos y siendo objetivo, podemos decir que el germen de aquellas cuadrillas de hermanos costaleros fue toda una bendición. Hoy no hay igualá, sea cual sea la cofradía, en la que no se complete un aforo cercano a las 200 personas. Es decir, la atracción del costal viene a acercar a los peces a las redes de las hermandades y, por ende, a la Iglesia. La herramienta está, y en contra de la opinión de algunas juntas de gobierno, la moda del costal viene a ser efectiva, pero claro, siempre y cuando los pescadores ejerzan bien sus labores para que la pesca sea fructífera.
Hasta ahí, más o menos bien. Pero hablemos de realidades. Del ‘petaíto’ de Montesión y del que porta un costal confeccionado con las cortinas de su casa. Quizás el pasado martes en El Programa de Ondaluz Sevilla, el capataz Juanma Cantero de la Esperanza de Triana, dio en la clave. “Los costaleros son la fiel imagen de una hermandad en la calle”. Analicemos el contexto de dicha frase…
Desde el fiscal de cruz de guía, o del banderín de la banda que abre el cortejo si es que la hubiere, hasta el del carrito que va detrás del último músico de la banda de música, esa extensión refleja la pureza de una cofradía durante todo un año. Pero mientras tanto, sólo un nutrido número de hermanos, con medallas atadas a las fajas, caminan por las calles de una ciudad abarrotada. En ese instante del descanso merecido la cofradía discurre por su camino y los costaleros por la perpendicular. Y para bien o para mal en ellos recae el peso de los siglos de una hermandad que intenta mostrar su mejor cara.
Se justifica en la comodidad del trabajo, pero las camisetas de tirantas, empapuchadas en sudor, con la cabellera que de algunos asoman por el bajo brazo, no es de recibo y ni mucho menos higiénico de cara a aquellos que discurren por las calles de la ciudad en busca de cofradías. Las triples vueltas de los pantalones, pareciendo aquello más que una caña un brazo de gitano con tantos pelos en las piernas, pues no es elegante. Que sí, que aquellos hombres del puerto se remangaban el único vaquero que tenían. Pero es que precisamente aquel pantalón le estaba como tres tallas más grandes y no había más (…) que recogérselo para no pisarse con los pies. Y lo de los costales de lunares y con la visera casi tapando las fosas de la nariz, no tiene ninguna utilidad efectista e instantánea. Lo peor que puede pasarle a ese costalero es que el cuello de tanto doblarlo en la búsqueda de aquel resquicio de luz, suficiente para no chocarse con las farolas, se le quede a la virulé y con una contractura de camello, y algunos no precisamente por coger kilos hasta la saciedad. Y que no, que un hermano que viste así no es ni debe ser la fiel imagen de una hermandad en la calle.
Por ello alabo a Juanma y a aquellos otros excelentes capataces que imponen las normas del respeto, de realizar estación de penitencia siendo costalero de tu Cristo o de tu Santísima Virgen, pero con el decoro que merece tu más preciada hermandad.
Además, si es hasta más bonito. O no me dirán ustedes que observar los pies de la Esperanza de Triana con ese blanco impoluto del costalero no le da color a un palio que llama a un mundo entero. No es tan difícil, ni tan arriesgado. Es simplemente cuestión de formas. Y no pretendamos mirar permanentemente al pasado queriendo recuperar lo mucho malo que por entonces también existía y más cuando la necesidad imperaba. Costaleros contra cargadores… Me quedo con el orgullo de una cuadrilla de hermanos que sueñan con ser costaleros de sus Titulares, pero con el decoro y respeto fuera de los pasos que incluso aquellos cargadores imponían por encima de muchos que en la actualidad se pasean por Sevilla en busca de una foto que le harán para Twitter. Con lo hermoso que es poder decirle a un costalero el trabajo tan excelente que están realizando, pero claro, mirándole a los ojos.

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