Cartas a Nacho

Respira

Ahora, cuando estamos metidos en pleno periodo vacacional, toca darnos un respiro...

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Con este término y a modo de eslogan, el Festival de Teatro Clásico de Almagro se presenta este año, en el que además cumple cuarenta ediciones. Una prestigiosa cita anual que se une a otras ciudades españolas en este tiempo de verano. Sólo por destacar en Andalucía dos eventos de similar importancia podemos dirigirnos a Granada con el Festival de Música y Danza que se desarrolla en el Generalife o, sin irnos más lejos, los espectáculos nocturnos de los jardines del Alcázar de Sevilla o el de danza de Itálica.

Los organizadores del evento de Almagro apostillan que sólo la cultura nos hace descansar y sobre todo “descontaminarnos” de todo un año que nos ha impregnado de desazón y agobio. Un ejercicio que nos ha ido deparando un gran número de noticias ligadas a la corrupción, al “problema catalán” y a la crisis económica.

Ahora, cuando estamos metidos en pleno periodo vacacional, toca darnos un respiro. La cultura es una buena herramienta para hacerlo, pero no la única. Otra y más simple es aprovechar las noches para pasear y perderse por la ciudad o por el lugar escogido para descansar. Y es en este punto donde nos vamos a encontrar con la desagradable sorpresa de no encontrar espacios para hacerlo.

Al contrario que pasa en algunos pueblos pequeños, en las ciudades, en los grandes núcleos urbanos, de pronto las calles han desaparecido. Han sido colonizadas por el tráfico, por los coches. Las aceras se han vuelto más estrechas y los peatones nos hemos batido en retirada hasta perder el control de nuestras calles.

Los adultos no podemos pasear por amplías vías libres de coches y los niños tampoco pueden jugar. Ese derecho fundamental del niño, así sin darnos cuenta, no puede ejercerlo. Incluso en las pocas plazas libres que quedan para el peatón, a los niños se les prohíbe jugar. Todos nos hemos encontrados con absurdos carteles que los destierran por no poder jugar a la pelota.

Las ciudades han dejado de ser nuestras, de las personas. Al frenético ritmo de trabajo que soportamos durante el año, y a la manía de convertir antes de tiempo al niño en adulto atiborrándoles de tareas extraescolares, ahora cuando llega el periodo de descanso no podemos disfrutar de nuestro entorno.

Volver a pueblos pequeños, donde aún se charla en tertulias improvisadas con las sillas en las puertas de las casas, donde aún los niños pueden inventar juegos en las plazas, se convierte de esta manera, en una necesidad vital. Como dicen en Almagro, un espacio donde es posible respirar y poder descontaminarse. 

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