Cartas a Nacho

Matemáticas

Todos los indicadores señalan que hemos aprobado el primer curso de Democracia y nos disponemos a empezar el segundo ciclo...

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Todos los indicadores señalan que hemos aprobado el primer curso de Democracia y nos disponemos a empezar el segundo ciclo. Nos ha costado. Siempre habíamos suspendido la asignatura  y éramos unos repetidores constantes. Parece que el refrán se cumple: “la letra, con sangre entra”.

Con miedo estrenábamos las clases y con difíciles exámenes íbamos toreando y superando el curso. Como un niño en Primaria, experimentábamos con las prácticas y al mismo tiempo nos familiarizábamos con las herramientas. Ensayo-error. Ensayo-error. Ensayo-error.  Mejor de esta otra forma. Así aprendimos. Casi cuarenta años ha durado este curso. Tanto lo hemos repetido que nos dejamos vencer por la desilusión. Tantas veces nos cacareaban la lección que decidimos delegar y no prestar atención. Otros se aprovecharon de nuestros apuntes y nos traicionaron. Así es la vida. No tenemos remedio. Es nuestro carácter. Decían los traidores.

Y cuando parecía que nuevamente íbamos a repetir. A dos días del examen final. Justo al límite, abrimos el cajón del pupitre y allí estaban las herramientas, los lápices de colores, la escuadra, el cartabón, la goma de borrar, el compás y sobre todo la calculadora. Aquellos utensilios que nos compraron nuestros padres. Nuestros mayores.

Podíamos borrar las respuestas erróneas, trazar ángulos rectos. También incorporar a nuestros nuevos planos y dibujos, círculos. Ninguna figura se quedaría fuera de este proyecto de final de curso. Más que restar y dividir, lo que hay que hacer es sumar y multiplicar. Decidimos.

Otros nos aconsejaron cómo teníamos que emprender este nuevo ciclo. Nos equivocamos y confiamos en ellos. Creíamos que eran alumnos más aventajados. Suponíamos que estaban en cursos superiores. En realidad, sólo son los típicos abusones que se aprovechan de ti en el patio del recreo. No nos iban a dejar sentarnos al lado de ellos en el autobús del colegio, amenazaban. Así es la vida. No tenemos remedio. Es nuestro carácter, le respondimos cuando nos acorralaron en los servicios del baño del instituto.

Y así estamos. Algunos con uniforme de siempre, otros con atuendos más de calle. Todos en la misma aula. Cuánta ilusión. Qué ganas de aprender. Aprehender. En este momento de comienzo. De principio. Ahora cuando ha sonado el timbre de entrada. En la primera página de este cuaderno nuevo. En estas hojas en blanco. Con los útiles desgastados por el uso. Sin libros y todos expectantes, sentados en nuestras banquetas esperando que entre el nuevo profesor.

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