Cartas a Nacho

Redes

Deberíamos leer más. Mucho de lo que nos pasa ocurre porque no leemos lo suficiente. Sólo un rato. Una hora...

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Deberíamos leer más. Mucho de lo que nos pasa ocurre porque no leemos lo suficiente. Sólo un rato. Una hora. De forma relajada. Antes de irnos a dormir por la noche, por ejemplo. Y si puede ser, deberíamos leer aquello de lo que, en principio, se encuentra en las antípodas de nuestras creencias ideológicas.

Estos días descubro que en La Biblia el latiguillo argumental que más se usa tiene una actualidad apabullante. Dos mil años después resulta que el libro sagrado nos advierte de que todo al final queda escrito. Textualmente dice: “está escrito”. Lo recogen todos los evangelistas.

Nos ahorraríamos muchos disgustos si de vez en cuando repasáramos el diccionario. Redes o red es definida en su quinta acepción por la Real Academia Española de la Lengua como “conjunto estructurado de personas y medios con un mismo fin”, pero en la tercera dice que una red es “engaño, trampa”.

Asistimos estos días a un intercambio de frases desacertadas publicadas en distintas redes sociales. Chistes de dudoso buen gusto, rebautizados como “humor negro”. Amenazas caciquiles propias de otros tiempos, casi de siglos después, inundan estos días ciertos perfiles de personajes de la vida pública, acompañados con centenares de manifestaciones a favor o en contra y en algún caso, ambas a la vez.

Mi duda sobre la publicación de estos comentarios, que por lo visto nunca se pensó que tuvieran tanta trascendencia, abarca la disyuntiva de si sirven para canalizar la ira, rebajando con ello el descontento que los ciudadanos tienen o si sirven para retroalimentarse y permite que este malestar vaya creciendo hasta tal punto que no pueda contenerse y desborde el ámbito virtual y salte al mundo real.

Hay un momento de extrema emoción. Uno de máxima expectación que produce una tremenda inquietud. Es ese en el que ya has redactado el comentario o “tuit” de turno y vas a darle al botón del dispositivo que te permitirá publicarlo. Justo en ese instante es donde tienes que reflexionar y pensar en las consecuencias que puede tener lo que vas a hacer. Recuerda que tienes un futuro. Prevé que también te formarás un pasado. En algún caso, eres un honrado padre de familia y tienes un buen trabajo logrado tras años de esfuerzo. Si no estás seguro, consulta el diccionario. Corre hacia la Biblia. Y entonces, pulsa. Que sea lo que Dios quiera.

Por cierto, el resultado de unir lo que dice La Biblia y el diccionario sería algo así como: “queda escrito y trampa”. Total lo que nos pasa cuando usamos “facebook” o “twiter”.

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