Lucro cesante con perrito

Tiesos. Seis mil parados. Las alcantarillas saltando con dos gotas. A falta del pan que proclama la Constitución, por ahí andamos, ya ves, esperando fideos a las puertas del híper, que no es poco. Solo nos faltaba el grupo Ruiz Jurado con la zambomba para que la tita pariera. Esas palmas, que no par

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad Ai

Tiesos. Seis mil parados. Las alcantarillas saltando con dos gotas. A falta del pan que proclama la Constitución, por ahí andamos, ya ves, esperando fideos a las puertas del híper, que no es poco. Solo nos faltaba el grupo Ruiz Jurado con la zambomba para que la tita pariera. Esas palmas, que no paren.

Siete son los millones que exigen del Ayuntamiento, por entender que en el vodevil: ferial: campo de fútbol por aquí, boquete por allá: Eroski virtual: euros que vuelan: pues eso, que las empresas R&J dejaron de ingresar una pasta que hubiera saneado, en parte, sus descubiertos de caja. Un caso de manual: ejemplo de ingeniería mercantil que dibuja a la perfección los desastres administrativos de la etapa aquella del “tú pon un ladrillo y espera a que sume tres”. Recuerda.

Al decir de los abogados que defienden el parné de R&J —que no serán angelitos, pero menos aún gilipollas—, la operación Eroski empezó mal, sigue peor y camino lleva de un purgatorio judicial por el supuesto incumplimiento de los acuerdos firmados con el Ayuntamiento.

Según escrito entregado en el Registro, el Ayuntamiento pilló tajada ventajista —eso dicen— en un negocio fallido al que unas —supuestas— grabaciones policiales hacían causante de menoscabos económicos para el pueblo, y que ahora algunos peritos, a requerimiento de la jueza, no es que nieguen, es que dicen justo lo contrario. Vamos, que los que deberían haber dado un cipotazo del carajo salieron trasquilados.

Eso se recoge en el argumentario de los R&J, que además de reclamar una compensación económica de siete kilos, también recuerdan el perjuicio que se ocasionó a su imagen de empresa y el deterioro que sufrieron al andar en boca de todos por el caso, la cosa o el affaire Acinipo.

Con semejante despelote, no sería raro que los R&J acabasen pidiendo daños y perjuicios basando la carga de la prueba en los mismos argumentos que la Policía fue recopilando con parsimonias propias de Felipe II, que si peligroso es circular a 190, no lo es menos ir a 30 por mitad de la autovía. No sé cuántos intervinieron en esta broma, pero tengo asumido que otra vez vamos a pagar los mismos. O sea que la ley de Murphy se cumple. Y de qué modo.

Para rematar 2014 por alegrías, nos piden un aguinaldo de siete millones por el fiasco de un negocio que a nosotros ni nos va ni nos viene. No hace falta estudiar física cuántica ni presumir de máster en Económicas por Harvard para comprender cómo fue que acabamos nadando en la podre que nos rodea. Basta meterse en los laberintos de la Operación Eroski para ver los riesgos de hacer permutas al filo de la Ley y acabar exigiendo el cumplimiento de unos acuerdos a los que nuestra Primera Alcaldesa, ahora, tilda de complejos. Siete millones no son una complejidad, jefa, sino más bien una putada por la que deberían rodar cabezas.

Vamos que el Ayuntamiento tiene seis meses para dar respuesta al requerimiento por el cual R&J exige siete millones de euros y no precisamente en el plan colega de otros tiempos. A Dios lo que es de Dios y que Pilatos mire por el óbolo del César. El problema es que, a lo peor, algún Perrito Piloto de secano dio por segura la obra del Eroski sin garantía jurídica plena, que es precisamente lo malo de negociar en base a futuros.

Esa fue la política urbanística de los últimos quince años. Pagar en función de promesas, actuar al calor amable de augurios que después el paso del tiempo ha puesto en su sitio. La imagen de los R&J reclamando siete millones a las arcas de Ronda no puede ser más ilustrativa. Cristalina.

Recuerdo ahora el caso de la familia Sánchez Robles y su licencia para construir en la Casa Rúa. Después de casi 30 años de pleitos —se dice bien— por fin ahora se iniciarán las obras. Alguien olvidó que la ley se cumple sí o sí, y que la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero. ¿Se le concedió licencia? ¿Sí? Pues entonces Sánchez Robles tenía razón sin necesidad de andar de juicios.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN