La educación, un modo nuevo de ser

La escuela debe garantizar la confianza pública en el saber, justificando con resultados los fondos destinados a la misma.

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El devenir del mundo actual produce desconcierto. Para las gentes vacuas la educación no es un factor de perturbación social, se regocijan en su propia vacuidad. La educación engendra una actitud, un modo de ser y vivir, y determina un tipo de estructura social. La vulnerabilidad de los débiles favorece el determinismo de los poderosos.

El derecho a aprender de los ciudadanos implica la movilización de cuantiosos recursos. Todo aprendizaje debe ser medible en tiempo y resultados. Con la escolaridad no se fomenta el saber, es una medida costosa de control social. Escolarización y educación son funciones diferentes. La certificación como formación definida en habilidades, contribuye al ethos del saber (sabias costumbres) de la sociedad.

El método es la selección de las circunstancias que facilitan el aprendizaje. Las reglas juegan y cambian las reglas,  los métodos replican a los métodos. El método personal del alumno es el principio de su creatividad y libertad. Los estudiantes se buscan a sí mismos a través del método, el estudio es un camino de búsqueda y no de ejemplos; la analogía en las personas por imitación obstruye su libertad. El perjuicio del éxito en el ejemplo oculta las propias debilidades; la otra cara de la ignorancia es convivir con los prejuicios.

Los prejuicios forman parte de nuestra identidad; cuando nos relacionamos a través de ellos se nubla el diálogo. El profesor debe comprender al alumno y no el alumno al profesor. La misión de enseñar es comprender más que ayudar, que ocupa el papel secundario. Ayudar es deshacer los condicionamientos que dificultan el aprendizaje, por lo tanto, lo primero es comprender al alumno en sus condicionamientos. Al aprender, el alumno despierta su inteligencia y encuentra en la educación la libertad del sí-mismo. La tarea fundamental del profesor es el aprendizaje del alumno.

Los alumnos (ciudadanos) no deben estar destinados a la acción programada de sus vidas, son ellos creadores de sus existencias. La pedagogía burócrata ha influido en muchos ciudadanos con unas enseñanzas llenas de prejuicios. El éxito de la marca “Podemos”, es que se ha dirigido a aquellos ciudadanos que sufren de la inequidad social y les ha transmitido el mensaje de:”tire su título social al cesto de la basura, porque el mundo del que formáis parte también os pertenece”.

La escuela debe  garantizar la confianza pública en el saber, justificando con resultados los fondos destinados a la misma; por un lado,  al proceso de enseñanza y por el otro, al personal que emplea. Hay que saber que cada movimiento educativo está en su debido lugar y conocer el lugar que ocupa cada alumno, eje central de su individualidad formativa, dentro de la dinámica educacional del profesor.

El progreso social está ligado al conocimiento comprobado de las aulas. La escolaridad por la escolaridad es un fraude educativo. Los recursos impositivos no están para comprar el tiempo de los alumnos con títulos, sino para su aprendizaje creativo. El interés educativo engendra la convicción de las cosas, pero no justifica siempre tal convicción, sus secuencias se interpretan como un juego de inquietudes; la educación da consistencia al interés a través del conocimiento real de las cosas. La exploración del saber es una aventura llena de bondades. Cada vida tiene algo de sí misma y es propio de la educación, que aleja al ser humano de la bestia interna y la aproxima a un nuevo modo de ser en la verdad.

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