Hay otro país que no sale en los telediarios, otra realidad que convive con nosotros de forma cotidiana y que en ciudades y provincias como Jaén su invisibilidad se hace más dolorosa e injusta. Ayer, Cáritas Diocesana presentó su informe anual, que, como ya sucedió el pasado año, lejos de apartarse de la pobreza, revela que se ha convertido en crónica. Para Cáritas la recuperación económica no ha llegado a todas las familias, la desigualdad se está enquistando en la sociedad, la puerta del empleo sigue cerrada para muchas personas, el mercado laboral no garantiza la dignidad y la precariedad se está extendiendo como modelo de vida. Ese es otro Jaén olvidado, el de barrios como el Polígono del Valle, Peñamefécit, Antonio Díaz o las 101 viviendas del Bulevar. El año pasado se prestaron 221.756 ayudas y se aumentó en 30 euros de media la atención por persona con respecto a 2016. El gasto ha sido muy superior de media, al pasar de 120 euros por persona beneficiada hasta los 150 euros de media durante el pasado año. Esas cifras deben ruborizarnos y hacernos pensar que no todo va tan bien y que la intervención del Estado en la Economía es esencial, no solo para salvar a los bancos, sino para diluir las desigualdades sociales y estructurales que genera el sistema actual, algo que parece que han olvidado hasta las políticas de izquierdas.
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