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Zapatero se olvidó de davos y españa pierde más fuerza

Las críticas de los pocos españoles que sí han acudido a Davos (Suiza) son demoledoras. Esta pequeña localidad de los alpes ha vuelto a acoger el Foro Económico Mundial, al que han asistido 40 jefes de estado y otros muchos representantes de gobiernos del mundo...

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Las críticas de los pocos españoles que sí han acudido a Davos (Suiza) son demoledoras. Esta pequeña localidad de los alpes ha vuelto a acoger el Foro Económico Mundial, al que han asistido 40 jefes de estado y otros muchos representantes de gobiernos del mundo. España ha brillado por su ausencia. Cuando se habló de la cumbre del G-20 en Estados Unidos, el presidente Zapatero dijo que había que estar allí fuese lo que fuese y, la única forma de lograrlo fue suplicándole a Nicolás Sarkozy que prestase a España y Holanda los dos asientos que le correspondía como presidente de turno de la Unión Europea. Ahora, que no hacía falta ni pedir sillas ni nada parecido, España no se ha dignado a aparecer por Davos, donde se ha hablado de cómo arreglar el mundo, donde seguramente, no se ha logrado hacer nada a nivel global.  

Sí es cierto, sin embargo, que quienes han censurado la ausencia española tienen razón. No se puede dar la impresión de que se pretende jugar un papel importante en la economía mundial y pasar por alto estas citas. España nunca ha dado la importancia que tienen los negocios que se cierran en Davos, una ciudad en la que se habla más a nivel de las grandes empresas que de los gobiernos. Por eso no es de recibo que España anime a consumir los productos españoles y se olvide de que el negocio de un país poderoso económicamente se encuentra fuera de sus fronteras. Simplemente porque no existe coherencia. Se luchó por estar en el G-20 y se pretende estar en la siguiente cumbre. ¿Para qué? ¿Para decir que España consumirá productos españoles?
No era necesaria la presencia de Zapatero, ni si quiera la del ministro Solbes. Se podría haber enviado a alguna delegación de Industria, algún departamento político cercano a las empresas españolas presentes en la cita. Se trata de generar riqueza, no de dar discursos en los que se demonice el liberalismo sin medida y se ensalce el socialismos moderado. La preocupación por el futuro de las empresas españolas es motivo suficiente para empezar a tomarse en serio estas citas, aunque se demuestre que importa poco si Repsol pasa a manos de Rusia o China. Con empresas fuertes se lucha en uno de los flancos más delicados de esta crisis: el empleo.

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