Hay mucho guarro en La Isla

Con estos mimbres ya no hay más que hablar. Hay mucho guarro. Y no. No digo que “habemo mucho guarro”. Yo no lo soy. Y mucho inútil.

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Voy a partir una lanza por los sufridos barrenderos que bastante hacen con lo que hacen, que es limpiar la ciudad a lo largo de la semana, un día aquí y otro allí y el centro todos los días, que para eso es el centro.


Y lo voy a hacer porque soy consciente de que los trabajadores de Urbaser, que es la empresa que se lleva los millones -tarde, como se ve, pero esa gente cobra intereses cuando los pagos no se hacen a su debido tiempo- por limpiar la ciudad y que visto lo que se ve, los millones se los va a llevar con el plan de pagos a proveedores pero lo de limpiar la ciudad deja mucho que desear... los trabajadores, decía, que me pierdo, no pueden hacer más de lo que hacen.


Dos son los motivos por los que la ciudad está hecha una mierda, textualmente, y parece que no tiene arreglo a saber por qué motivos más o menos ocultos -por eso de que la basura se esconde debajo de la alfombra, ¿lo pillan?- que si se supieran caerían cabezas hasta de los que no están y estuvieron.


La primera es que en La Isla hay mucho guarro. Y digo guarro refiriéndome a la persona que le quita el envoltorio al caramelo y lo tira al suelo, se bebe el refresco y tira la lata al suelo y además le da una patada, escupe en el suelo, come pipas como un poseso y tira las cáscaras al suelo y ve una papelera y es como si viera un noray del puerto.


Y aconsejo que no se vayan a buscar la palabra guarro en el diccionario porque el diccionario de la RAE solo dice tres pamplinas de hombre grosero, hombre ruin y hombre sucio. Mejor en el diccionario del lenguaje coloquial que todos conocemos en el que guarro significa lo que yo he dicho en el párrafo anterior.


Pero ser guarro es sólo una desgracia como otra cualquiera que se podría arreglar en parte poniendo multas para que Manolo Raposo pueda seguir pagando facturas atrasadas de los andalucistas.


Lo peor es que además de serlo, cuando sus hijos cogen el caramelo también tiran el envoltorio al suelo y si el niño se lo da al padre, que eso lo hacen algunas veces los niños y es una oportunidad para los padres, estos lo tiran al suelo delante del niño en una lección magistral de lo que tienen que hacer la próxima vez en vez de dar el coñazo a su progenitor con el papelito de los cojones. Eso ya no es cuestión de multa. Eso ya es cuestión de ir fusilando a la gente.


La segunda cuestión para que La Isla está sucia es la plica de la basura que se encargó de negociar el ex delegado de Medio Ambiente, Luis Calderón, que se convirtió en milloraria -en euros- de la noche a la mañana y la aceptaron hasta los ínclitos responsables del movimiento vecinal de San Fernando, 24 por ciento -creo- de aumento de la basura incluido para limpiar el pueblo a cachito, hoy aquí y mañana allí. Con estos mimbres ya no hay más que hablar. Hay mucho guarro. Y no. No digo que “habemo mucho guarro”. Yo no lo soy. Y mucho inútil.

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