Acento andaluz

Soy cadista y culé. ¿Y qué?

Nunca sentí que esta dualidad fuese una esquizofrenia futbolística. Todos los niños gaditanos son del Cádiz, y del Madrid, del Barca o del Atlético...

Soy gaditano y cadista. Y del Barça. Lo primero casi siempre despertó simpatías ajenas. Cadi y el Cádiz caen bien. Es fácil sentirse orgulloso cuando unos elogian el carácter de tus paisanos, el duende de sus rincones y la grandeza de su historia, u otros levitan con las filigranas de Mágico González, Pepe Mejías y Kiko, o se desternillan con la gracia y el ingenio de su afición.

Esa atracción foránea desaparecía cuando añadía que también era del Barca. Pocos aficionados al fútbol bendecían que respondiera que tenía dos equipos. Nunca sentí que esta dualidad fuese una esquizofrenia futbolística. Todos los niños gaditanos son del Cádiz, y del Madrid, del Barca o del Atlético. Del primero por nacimiento y de uno de los grandes por elección. Del conjunto cadistaeras nada más nacer. Al segundo lo elegías para tener un aspirante a la Liga o la Copa de Europa.

Así que elegí ser culé porque cuando empecé a tener juicio jugaban un tal Maradona y un tal Schuster. Mi apego aumentó con la llegada de Cruyff al banquillo y al concepto de futbol total y de trato exquisito del balón que incluso mejoró Guardiola gracias a Messi, el mejor futbolista que vi sobre un césped –con el permiso de Mágico González-.

En las últimas semanas, ante el desafío soberanista catalán, no dejo de recibir ‘invitaciones’ para que cambie de equipo. Y no lo haré porque un presidente y su directiva se hayan apropiado indebidamente del club, como denunció días atrás el escritor y aficionado culé Juan Cruz, al apoyar el procés. No dejaré de ser del Barca porque ondeen centenares de esteladas en el Nou Camp o porque en la calle griten: “España nos roba”.

Nunca me gustó que mezclaran fútbol y política. Y no dejaré que la política me robe lo que disfruté con los regates de Laudrup, los goles imposibles del brasileño Ronaldo, la magia hipnotizante de Ronaldinho y la leyenda imperial de Messi. Eso es universal, no es sólo de Barcelona o de Cataluña. Así se lo dije a un catalán que me preguntó desafiante en Wembley, antes de la cuarta Champion que ganó el Barca al derrotar al Manchester United, cómo cometía la osadía de ser culé siendo andaluz.

No dejé que ese chico me robase entonces mi afición. No dejaré ahora que unos políticos irresponsables y unos directivos mediocres lo hagan. Eso es lo que ellos quieren, pero no les daré ese gusto, porque el Barça, al igual que el Madrid o el Atlético, es del fútbol, de sus aficionados y no de la política.  n

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