Acento andaluz

Señor Iglesias: La única víctima es la prensa.

Las singulares disculpas de Iglesias lamentando sólo sus formas e insistiendo en abrir un debate sobre el funcionamiento de la prensa sólo provocan más desazón

Artículo 371 de la Constitución de 1812: “Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación”. La primera carta magna española, promulgada hace 204 años en Cádiz, sorteó los obstáculos de la Inquisición al instaurar la libertad de expresión y de prensa.
Con todo, este derecho–básico en cualquier democracia- nunca encontró una senda expedita de censores. Sin ir más lejos, el dictador Franco dejó sin libertad y altavoz a los periodistas durante 4 décadas. La Constitución de 1978 recuperó, gracias a su artículo 20, este derecho que nunca debió ser cercenado.
Como licenciado en Derecho y doctorado en Ciencias Políticas, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, conoce a la perfección ambos artículos. De hecho, evocó la Constitución del 12 para estrenar en Cádiz su ‘Ruta por el Cambio’ en junio del año pasado. Por tanto, resultan inexplicables sus reiteradas críticas y faltas de respeto a la prensa.
El desconocimiento puede conducir al prejuicio pero la sabiduría no, salvo que se use como ariete de desgaste contra quien no comulga con tus ideas. Las críticas de Iglesias a los medios no son nuevas. Sí lo es que personalice en el eslabón débil de la profesión, en un redactor de El Mundo justo el día en el que este periódico anunció un nuevo ERE, el enésimo en el mapa mediático español.
Las singulares disculpas de Iglesias lamentando sólo sus formas e insistiendo en abrir un debate sobre el funcionamiento de la prensa sólo provocan más desazón. Cuesta dar crédito a tales palabras, como tampoco asimilar sus críticas a IU por gestionar en la pasada legislatura la Consejería de Turismo de la Junta en lugar de un telediario de Canal Sur.
Este triste episodio sucede sólo unas semanas después de que Podemos en Cádiz mancillara la cuna de la libertad de expresión al emprender una campaña en Internet contra el tratamiento que la prensa gaditana dispensa al alcalde José María González. A este paso, los requerimientos notariales que el PP enviaba antaño a la prensa en Cádiz pueden ser de primero de parvulario frente al puño de hierro que emplea Podemos con los periodistas. Lejos de un ejercicio de corporativismo, le garantizo señor Iglesias que en la relación Podemos-prensa, la única víctima es la segunda.

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