Gloria A. Franco: La historia de los días de lluvia y las noches junto al quinqué en Vejer

Publicado: 23/10/2023
Gloria Ángeles Franco Rubio recibirá este próximo martes, 24 de octubre, el Premio Ciudad de Vejer
Gloria Ángeles Franco Rubio recibirá este próximo martes, 24 de octubre, el Premio Ciudad de Vejer en el transcurso de un acto que se llevará a cabo en el Teatro Municipal San Francisco a las 12.00 horas. Un reconocimiento que contó la con unanimidad del jurado del citado Premio Ciudad de Vejer.

Doctora en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, Gloria Ángeles Franco ha destacado por “su trabajo docente, su gestión académica y su labor investigadora. Además, es experta en historia de la vida cotidiana, historia de las mujeres y las relaciones de géneros, historia social del poder y de la administración e historia de las ideas, creencias y mentalidades”, indicaron desde el citado jurado.

“Nací en Vejer, en 1955, y allí pasé mi infancia”, nos relata la propia Gloria Ángeles Franco con quien hemos mantenido una más que amena conversación esta semana de cara al presente número de Viva Vejer.



Infancia feliz bajo la lluvia y un quinqué

Una infancia cargada de recuerdos que rememora cada vez que regresa, ya sea en Semana Santa o en verano… “algunas veces lo pienso y se lo comento a los amigos de Madrid que vienen a Vejer”, un pueblo, el de su infancia, “que no tenía nada que ver con lo que es ahora. Recuerdo que llovía muchísimo, durante varios días seguidos. Recuerdo la humedad. Recuerdo que la luz se iba con muchísima frecuencia, cada vez que soplaba con fuerza el viento, imagino porque las infraestructuras eléctricas no estaban preparadas. Recuerdo las tardes y las noches a la luz de un quinqué…”.

Un pueblo, el de su infancia, “aislado. Llegaba un autobús de Comes al día, el coche de la hora. No teníamos mucho contacto con otras localidades, no había muchas comunicaciones. Tampoco se iba mucho a la playa. Eso sí, teníamos un cine, primero en el Salón Parroquial, luego en el Cine San Francisco los domingos, con dos sesiones, una infantil, a las cinco de la tarde, y otra para adultos de la que no recuerdo la hora porque no iba”.

Recuerda “el paso de los días, uno sobre otro, yendo al colegio, jugando en la calle, atravesando la Corredera”. Y cuando ahora pasa por la Judería le asalta a la memoria el recuerdo de “cómo corríamos los niños por esa calle, bajo sus túneles y sus arcos, forzando la zancada y las pisadas, cómo retumbaba”.

Ya de joven, “junto a la pandilla de amigos y amigas, nos íbamos andando hasta Santa Lucía para bañarnos bajo la cascada de agua… hacíamos mucho deporte sin saberlo” porque “sí, el trayecto lo hacíamos a pie… por aquel entonces el que más tenía, tenía una bicicleta”.

Fue “una infancia feliz. Muy feliz. Con unas relaciones extraordinarias de amistad. Tuve esa fortuna. Era una época en la que iba al colegio sola, a comprar a la tienda y hacer los mandados con tranquilidad porque nos conocíamos todos”.

Eso sí, “había carencias. Por ejemplo, cuando llegaba la Feria de Primavera o la de Agosto, siempre hablábamos de Barbate y Conil, de la cantidad de gente que allí había. Y tras la Velada de Agosto, tras el 24 de ese mes cuando se iba la Virgen, entraba el invierno. Esa era la frase, y se decía con cierta tristeza… ya ha entrado el invierno”.



De Vejer a Madrid

Pero como ya mencionó, “Vejer ha cambiado mucho. Ahora cuando salimos y quedamos con amigos, siempre le decimos a alguien que se adelante y se vaya antes para coger mesa. Antes no ocurría eso, no había tanta gente como ahora en verano”.

Gloria Ángeles Franco estudió en el Colegio de las monjas, en el que se preparaba el Bachillerato, pero como en 1965, solo había un instituto y estaba en Cádiz, a los diez años se fue a estudiar a Madrid como interna… “al igual que muchos de mis amigos”. Más tarde se abrieron institutos en Chiclana y en Barbate, a los que se podía ir en autobús… pero ella ya estaba construyendo su presente en la capital de España.

Allí, en Madrid, llegó con diez años aunque “mi familia se quedó en Vejer”, por lo que regresaba en vacaciones. “Regresaba de forma periódica porque además de la familia tenía una vinculación con el pueblo. Y sigo haciéndolo”, incluso tras establecerse definitivamente en la gran ciudad porque esa vinculación nunca se ha roto, de hecho se ha ido reforzando con, por ejemplo, su incorporación a la Sociedad Amigos del País de Vejer, con la que “he colaborado con algunos estudios o preparando cursos de verano”… y es que “mi estancia anual en Vejer es sagrada”.

Su madre, que fallecía en 2020, “era la única familia que me quedaba en Vejer, pero mi hermano y yo decidimos que mantendríamos nuestra casa y allí vamos prácticamente todos los veranos. Yo también suelo ir en Semana Santa. Y es que mantengo muchos amigos de la infancia y también otros que se han ido sumando con el tiempo”.

 

Vejer ayer, Vejer hoy

“La verdad es que es mi pueblo, donde tengo muchos recuerdos asociados que regresan cuando callejeo, y eso a pesar de los cambios que ha sufrido Vejer en los últimos años… muchas casas que recuerdo siempre abiertas, con sus zaguanes, ahora están cerradas y muchas se han convertido en alojamientos turísticos”, rememora con cierta nostalgia.

También muestra cierto asombro ante cómo se “ha ido trasladando la vida al Barrio de San Miguel, un barrio al que vi nacer. Recuerdo los primeros pisos más allá del  cementerio. Recuerdo los comentarios de que fulanita se había ido a vivir más allá del cementerio e ir a allí era como ir de excursión”.

Unos cambios que también observa fuera de Vejer, “el atractivo que tiene dentro y fuera de España. Cuando me preguntan si soy de Madrid, siempre digo que vivo en Madrid pero que soy de un pueblecito gaditano, de Vejer… y ahora todo el mundo lo conoce y me dice lo bonito que es”.

Volvemos a sus diez años de edad, cuando se fue como interna a Madrid. Tras terminar los estudios, “continué mi carrera en Madrid y en 1977 fue cuando me establecí definitivamente allí. Contraje matrimonio y comencé a trabajar. En esa época corté la residencia habitual en Vejer donde iba todas las vacaciones… bueno, durante la carrera dejé de venir tanto, pero hasta los 18 años mi residencia era Vejer a todos los efectos”.

Pasar de un pueblo a una gran ciudad supuso un océano de contrastes… aunque “a los seis años fue cuando por primera vez me subí a un ascensor. Fue cuando visitamos a la familia de mi padre en Salamanca”.

Una de las cosas que más le llamó la atención durante su estancia en Madrid era que allí se vendían helados durante todo el año, “aquí en Vejer solo había helados cuando en las fiestas venía el carrito de los helados con dos grandes bombos. El hombre venía de fuera, los vendía y se iba. Y ya no había helados, ni siquiera en la Confitería Galván”, recuerda dejando escapar una sonrisa.

En Madrid, “había helados todo el año. Era la gran ciudad. Llena de coches, de gente, con enormes avenidas y calles y carreteras. Y es que tampoco se iba mucho a Cádiz durante aquella época, solo para sacarse las fotos de la Comunión o a por algún recado, así que sí, el contraste era enorme”.

De esos años también recuerda las cartas, la correspondencia que mantenía con la familia, con los amigos del pueblo o con aquellos que, como ella, también estaban internos en centros escolares lejos de Vejer. Cartas y “postales que también han desaparecido”.



El sueño de estar en Vejer en mayo

Afincada en Madrid, los años fueron pasando y el mundo no dejó de cambiar. Ahora, con sus amistades de la capital o de la gente que conoce “durante los viajes que hace debido” a su trabajo, hace de embajadora de Vejer… un pueblo, que insiste, “hoy conoce todo el mundo. Cuando vienen amigos me los llevo a los restaurantes, recorre con ellos las calles, me los llevo de excursión a Bolonia… y lo hago con mucho gusto”.

Le preguntamos si siente morriña, ese sentimiento ‘gallego’ de tristeza o de pena que se siente al estar lejos de la tierra natal o de las personas o lugares queridos… “la verdad es que no porque siempre que puedo bajo a Vejer. Tengo mucho contacto. Un contacto que acentuaré cuando me jubile porque será entonces cuando tengo pensando pasar más tiempo allí”. Sobre todo le hace ilusión venir a Vejer durante los meses de mayo y octubre, meses ahora mismo imposibles debido a su labor docente y profesional.

“Me encantaría estar en mayo y en octubre. Mayo en Vejer es un mes precioso”, explica para añadir que lo que quedarse a vivir no le ve factible porque “aunque me jubile tengo que seguir conectada con el trabajo y con la familia, con mis hijos y mis nietas”… aún así, “tener una casa en Vejer me facilita ir cuando quiera”… en cualquier época del año menos en los meses duros del invierno porque “la humedad se me cala en los huesos y estoy acostumbrada al frío seco de Madrid” (risas).

Un Vejer que se ha convertido en las últimas décadas en referente turístico dentro de la provincia gaditana… algo que “era imposible de imaginar cuando era pequeña” pero que así ha sido “por muchos motivos. Por su belleza y porque el turismo rural se ha incrementado. Ahora mucha gente prefiere alejarse de las zonas costeras y Vejer tiene la suerte de contar con los atractivos del interior y además contar con una playa cercana como la de El Palmar”.

Además, “sociológicamente se ha comprobado que la pandemia que generado un cambio en la sociedad, en la gente, que quiere aprovechar más el tiempo, quiere disfrutar más de la vida”.

 

Trayectoria profesional

Hablamos ahora de su faceta profesional… Licenciada en Geografía e Historia en la Universidad Complutense de Madrid (1978), su Memoria de Licenciatura (enero de 1979) obtuvo el Premio Nacional ‘María Espinosa’ del Ministerio de Cultura (1980). Es Doctora en Historia (1984) por la Universidad Complutense de Madrid, “donde vengo desempeñando mi trabajo docente desde 1980 en diversas categorías del profesorado. Catedrática de Historia Moderna y miembro del Instituto Universitario de Investigaciones Feministas de dicha universidad. En todo ese tiempo he compaginado la docencia con la gestión académica y la investigación”.

Autora de varios libros y artículos de enorme relevancia dentro de su ámbito de investigación histórica, Gloria Franco fue una adelanta a su tiempo, adentrándose, cuando era un terreno inexplorado, en el estudio de la historia de las mujeres en conexión con la vida cotidiana y las relaciones de género.

“Siempre me gustado mucho estudiar y he tenido mucha curiosidad intelectual, pero siempre me decanté por las asignaturas de Letras”, afirma esta mujer enamorada en su día de la gramática y la literatura hasta que en Cuarto de Bachillerato dio Historia por primera vez para darse cuenta de que “me gustaba descubrir el pasado, entender cómo habíamos llegado al presente” y así, “de manera intuitiva y precoz porque tenía 14 años” supo que era su vocación.

Al terminar COU (Curso de Orientación Universitaria), se matriculó en la recién estrenada Facultad de Geografía e Historia (antes formaba parte de Filosofía y Letras). Carrera que concluyó con un “buen expediente por lo que contacté con uno de sus departamentos donde me animaron a realizar la Tesis Doctoral”.

Así, realizó su excelsa Memoria de Licenciatura sobre la historia de las mujeres porque “sentí el feminismo muy pronto” dentro del “semillero de ideas políticas y culturales” que era la Universidad por aquellos años.

Tras la Tesina, comenzó a ejercer como docente con “la mujer y su historia siempre presente, desde la historia social a la historia de las ideas”…. Y en el año 2000 “pedí un proyecto de investigación al Ministerio sobre la historia de la vida cotidiana y desde entonces hasta hoy, me dediqué a ello y sigo trabajando sobre la historia de las mujeres, entrecruzando las dos líneas… mujer y vida cotidiana, que es la historia que se vive cada día”.

Su ámbito de actuación, como modernista, abarca los siglos XV al XVIII, siendo su equipo y ella referentes nacionales en cuando a la historia de la vida cotidiana, un ámbito que “no se había trabajado”.

Proyectos de futuro

En cuanto a sus proyectos de futuro, está concluir el proyecto asignado que sigue ligado a la mujer y a la vida cotidiana en el siglo XVIII… “mujeres o grupos de mujeres que tuvieron cierta significancia en el plano de la cultura, la sociedad, el tejido asociativo. Mujeres a las que queremos dar visibilidad, ponerles nombre y dar a conocer lo que hicieron”. Un proyecto que estará vigente hasta el año 2025.

Y la “idea es continuarlo, seguir entrecruzando ambas líneas, mujer y vida cotidiana” y es que es necesario conocer la historia para no repetirla, para seguir avanzando porque la historia “de la mujer, la historia en general, no es siempre de progreso positivo. Hay avances pero también retrocesos”, algo que hoy en día podemos observar en algunos gobiernos autonómicos y locales que “niegan la violencia contra las mujeres y otras cuestiones relacionadas con avances logrados en las últimas décadas. La historia no evoluciona siempre hacia mejor. Hay que estar atentos. Igual ocurre con la Democracia, que hay que cuidarla porque mal nos irá si no lo hacemos”, reflexiona para concluir.

Y también para concluir le preguntamos si se esperaba el reconocimiento y qué es lo que significa para ella el Premio Ciudad de Vejer… “me ha pillado de sorpresa pero también había un precedente porque la Sociedad Amigos del País, que es quien ha presentado mi candidatura, ya me propuso hace un par de años… aún así, y aunque algo me habían dicho, sí me ha pillado con cierta sorpresa y con mucha satisfacción. Y es que supone un agradecimiento enorme que me consideren que me merezco ese reconocimiento y también es un orgullo enorme porque pertenezco a Vejer, porque soy vejeriega”.



 

© Copyright 2024 Andalucía Información